A JUGAR CON

LOS ICEBERGS

Luego de despedirnos personalmente de las bases «Artigas» y «Jubany» recalamos en «Decepción» para luego continuar hacia la base «Primavera».

La navegación fue excelente pero desde allí debíamos estar super atentos a que aparezcan icebergs. Hielo roto de glaciar ya habíamos encontrado, pero cuando nos topamos con el primer «Tabular» fue algo majestuoso. Con unos 60 u 80 metros de altura comenzamos a recorrer su parte frontal de unos 700 metros de largo. Es como toparse con una isla que navega, con playas de acantilado y que, cada tanto, desprende enormes masas de hielo que caen al agua generando icebergs más pequeños y una gran cantidad de hielo roto.

Los avistajes se sucedieron. Al rumbo que debíamos mantener se le agregaba el «slalom» entre hielo de todos los tipos o en su defecto bruscos cambios de dirección para sortear estas «islas».

Durante la segunda noche nos encontrábamos listos para recalar en la base «Primavera» del Ejercito Argentino. La navegación por compás era un poco difícil dada la gran cantidad de hielo. As¡ es que nos guiábamos por el radar y especialmente por una tenue luz que se veía a cierta altura donde calculábamos que estaba la costa. Durante un par de horas la seguimos. Coincidía con la presunta ubicación de la base. Así es que a ella nos dirigíamos haciendo mil presunciones: sería un buque?, la base?, un efecto óptico?, y aunque parezca mentira no faltó quien lanzara: – «No ser  la luz mala?».

A la 1 y 30 de la mañana la dejamos de ver; continuamos por radar esquivando témpanos y dando cantidad de vueltas. En un momento dado toda la pantalla del radar estaba blanca. Eso significaba que nos habíamos topado con un murallón de hielo aparentemente infranqueable. Preferimos dejar de navegar y nos quedamos a la deriva junto a nuestros helados compañeros.

Con las primeras horas del día comenzamos a ver lo que denominamos «El Muro de Primavera». Témpanos por todas partes, algunos altos, otros giraban dada su poca estabilidad, chocaban entre s¡ empujados por el viento y la corriente, el oleaje se encargaba de mover el hielo roto y a todo esto se le sumaban ballenas minke, focas de Weddell y de Ross, y unos pocos leopardos marinos tomando sol. En la costa y a modo de villa alpina, una serie de edificaciones de color naranja nos mostraba que se trataba de la base. Las llamadas por VHF en canal 16 no eran contestadas.

Recién a las 8,30 nos respondió una voz que además de darnos la bien venida, nos da instrucciones para ir sorteando los hielos. Desde unos 100 metros de altura sobre el nivel del mar la estación de radio hizo las veces de torre de control y nos guió perfectamente. Al mando de la operación estaba el Capitán Marcos Ramirez (Jefe de la base) que con su curso de hielos sabía guiarnos perfectamente.

En forma insólita amarramos el barco a un iceberg. «Gato» clavó una estaca, Daniel pasó un cabo y junto a Marcos se turnaron para no quedar aplastados entre otras 3 moles que se movían suavemente, pero seguían siendo toneladas de desplazamiento, en todas las direcciones. El resultado fue que arrancamos el púlpito del barco. Jorge, Gato y Becquer descendieron a tierra para saludar y explicar que solo nos quedaríamos 10 minutos dado que estábamos muy atrasados en nuestro periplo. Fue así como al ser recibidos por Sandra, Mónica y Gabriela , del grupo de científicos de la base, los planes cambiaron rápidamente. Nuestra permanencia se prolongó por poco m s de un día y podemos decir que fue uno de los lugares m s hermosos que recalamos.

Al típico paisaje antártico, hay que sumarle una exuberante vida animal, con laderas cubiertas de verde e incluso algunas flores. En cuanto a la vida animal da la sensación que en esta bah¡a se reunieron todas las especies para mostrar en pocos segundos, a modo de r pida publicidad, lo que se puede encontrar en el resto de la península. Si a esto le sumamos que fue uno de los raros d¡as con sol, sin viento y gente por demás cordial, m s que  «primavera» parecía el «paraíso».

Luego de la consabida entrega de la bandera de la expedición y demás obsequios, recibimos la invitación a ducharnos, almorzar, pasear y por supuesto quedarnos a cenar. A modo de despedida fueron entregados diplomas, se selló la correspondencia y recibimos cajones de vino y otros pertrechos.

En la estación de radio y tratando de sacarme la espina que me había quedado atravesada la noche anterior, sobre el tema de la «luz mala», lance al aire: «Quién fue el último en irse a dormir?» . Con un inocente «Yo» de boca del operador de la estación, individualizamos al responsable de dejarnos sin guía. Claro, el último apagó la luz; total, quien puede andar paseando por ahí en un lugar como ese?

Fotografía.

Este tema nos resultaba de una gran incógnita. La experiencia que tenía en fotografía náutica y el traslado de equipos en veleros por m s de 14 años no me daban la seguridad necesaria. Consultados varios especialistas todos recomendaron tener mucho cuidado con las pilas y baterías dado que las bajas temperaturas dan cuenta de ellas rápidamente.

Así es como me limite a llevar 3 Canon A-1 que aunque viejas dan buen resultado. Incluso siguieron funcionando después de una zambullida en agua de mar y luego que una ola rompiente en el Drake mojara a la otra.

También fueron de la partida una Niconos IV-A (submarina) y su flash y una Canon Weathermatic 135 mm para uso tipo instantaneas. En cuanto a Video llevamos 2 Panasonic AG-455 de Super-VHS. Fue oportuno dado que una de las máquinas se plantó. La otra a pesar de mojarse varias veces con agua de mar continuó funcionando. Las baterías bajaban rápidamente. Es bueno calcular un rendimiento casi de un 50 %. De video se grabaron m s de 10 horas y el mayor problema fueron las cintas que se humedecieron y los cambios de temperatura. En especial cuando del frío se entraba a un lugar calefaccionado con mucha humedad que hizo que las m quinas condensaran la humedad, dejando de funcionar. En sí el problema se sucitaba del frío al calor y no a la inversa.

Como fotógrafo profesional, Beccquer Casaballes llevó cámaras Leica M-3 y M-4 y dos Pentax (K1000 y Z-10). Además de lentes varias y filtros. Un punto importante a tener en cuenta es que los días de sol casi no existen. Días grises, lluviosos o con nevadas es lo m s frecuente. Las películas fueron las nuevas de Kodak Ektachrome Select 100x y Velvia de Fuji de 50 ASA. La luz fue suficiente.

Enterprise Island, Cuverville Port y Bahía Paraíso.

Irnos de «Primavera» fue algo duro pero necesario. Por delante quedaban muchas millas que debíamos cubrir m s o menos r pido. La primer recalada, si lo lográbamos encontrar iba a ser en Puerto SVEND FOYN, en Enterprise Island. Según los datos de otro velero había un casco hundido que nos podía servir de muelle.

Arribar de noche, o con poca luz, a una isla que no se conoce, con cartas náuticas no demasiado confiables, ya que aparecen piedras , bajos e islas donde no están, para abarloarse a un buque hundido (que por algo se hundió, quedando parte fuera del agua) no es de lo m s fácil de hacer pero lo logramos. Esta bahía fue utilizada como puerto natural para balleneros y loberos. Este ballenero se fue a pique en 1916 y se trata del «GOVERNOREN» de Noruega. Encontramos arpones, pastecas y una salamandra que fueron incorporadas a nuestro velero con la idea de llevarlas al museo de Ushuaia.

Recorriendo los alrededores encontramos «vitas» (estacas de amare) clavadas en las rocas e islotes cercanos como así también los restos de una caldera, lo que fuera un depósito de toneles y en un islote cercano, 2 embarcaciones de alije y 3 botes menores. Todo daba la sensación que la actividad continuó, por lo menos hasta después de la Segunda Guerra Mundial, sirviendo el buque como pontón.

Con una copiosa nevada partimos hacia «Cuverville Port» en Cuverville Island. Cuando hago referencia a este tipo de puertos vale la pena recordar que nuestra embarcación no pasa los 15 metros de eslora. Se podrían llamar puertos deportivos y reúne la condición de puerto porque se puede fondear o amarrar a tierra (a una roca o barco hundido) y posee aguas protegidas. Pero de ningún modo pensemos en un típico puerto donde un buque de pasajeros puede entrar salvo que quiera correr el peligro de quedarse para siempre y convertirse en otro punto de atracción.

Aunque pensábamos recalar seguimos de largo. Cosa que lamentamos profundamente dado que cerca del refugio «DANCO» (a unas 4 millas) una cordial voz femenina nos llamó por radio invitándonos a recalar en «Cuverville Port» donde gustosamente seríamos recibidos. Ante nuestra insólita negativa insistió diciendo que había gran cantidad de Vodka y café y que por el resto no nos preocupemos. Se trataba de una australiana que junto a una canadiense y un grupo de la universidad de Cambridge se encontraban estudiando el impacto ambiental que produce el turismo en los pingüinos, aves y animales de dicha isla. En realidad no s‚ porque eligieron esa isla dado que allí turistas no van. Bueno, ellos lo sabrán.

La navegación hasta el lugar fue totalmente por radar. Nevó todo el trayecto y junto a una pared de glaciar, larga unas 15 millas, había que ir sorteando témpanos y hielo roto.

Fue una de las navegaciones m s insólitas que hice en mi vida. Después de almorzar me tocó la guardia a m¡. Me acomodé en la rueda del timón mientras avanzábamos con mayor y Yankee. Del lado de adentro de la vela se iba juntando nieve que caía de golpe. Las botavaras, además de nieve, tenían hielo y todos los obenques y cables de acero estaban cubiertos de una capa de hielo.

Todo sobre cubierta estaba cubierto con unos 10 cm. de nieve. No hacía mucho frío. Adentro manteníamos como mínimo de 14 a 16º C.. El radar junto al G.P.S. nos guiaban de maravillas. Al acercarnos a tierra la navegación se convertía a vista de costa pero ayudados con el radar. El G.P.S. se convertía en algo poco confiable.

Pasamos el refugio «DANCO» , totalmente abandonado, acompañados por un grupo de ballenas «minke». En mi vida pensé que iba a ver tantas ballenas. Los avistajes ya eran varias veces al día y por lo general las veíamos de a grupos. Siempre le tuve bastante miedo a estos mamíferos que para mi opinión son uno de los mayores peligros con los que puede tropezarse un velero. Pero debo ser franco: las ballenas se acercaban a pocos metros del barco, nos estudiaban y luego seguían acompañándonos por un rato pero a mayor distancia. Entrando a Bahía Paraíso un grupo de minke jugó pasándose de una banda a la otra del barco y cruzando la proa como lo suelen hacer los delfines. No me imagino que hubiera pasado si una colisión involuntaria sucedía. Por suerte nunca pasó.

 

CAPITULO V

Base Brown.

Acompañados por una ballena «minke» pasamos junto al refugio «DANCO» que estaba completamente a solas. Siendo casi las 21 h., recalamos en Bahía Paraíso, donde esta  la Estación Científica Almirante Brown de la Dirección General del Antártico. La llegada fue majestuosa. En el horizonte casi al r s del agua se veía una pequeña casilla naranja. Nos rodeaban 7 ballenas «minke» que solo se fueron ante la llegada del bote de goma de la base que nos iba a guiar hasta el lugar m s propicio para fondear.

Si bien no había mucho hielo en nuestro camino, encontramos una cosa peor: manchones de agua congelada. Medimos la temperatura del mar; estaba a -2º C. El verano austral estaba terminándose y nos indicaba que pronto deberíamos regresar. Nuevamente la recepción en la base «Brown» fue excepcional. Allí, entre otras actividades, celebramos el cumpleaños de uno de los tripulantes: Daniel Kuntschik. El jefe de la base, Lic. José Francisco Gallo, resultó el mejor pizzero de la Antártida. Ya habíamos disfrutado de esta especialidad en cuanta base  argentina recalamos, pero sinceramente habría que condecorarlo. Una pizza tras otra salía de esa pequeña cocina y, para bien de todos, no hubo dos iguales.

Esta base sufrió un incendio que destruyó el edificio central, donde se filmaron varios cortos publicitarios. Aparentemente las causas fueron intencionales. Resulta ser que hace unos años atrás uno de los ocupantes decidió purificar el lugar y un buen día le puso fuego a la base.

Desde entonces quedó algo chica. Un pequeño laboratorio cerca del edificio quemado y un galpón que aloja la cocina, un baño, comedor y sala de estar, y en la planta alta el dormitorio para sus 13 ocupantes. Realmente condiciones lamentables que solo pudimos apreciar en refugios abandonados. La forma de hacer agua es la de los primeros pioneros antárticos: buscar hielo y derretirlo. Luego de ir al baño se debe bajar hasta el mar, por piedras resbaladizas, para juntar un balde de agua y «tirar la cadena». Sinceramente creo que estas condiciones de supervivencia no ayudan a ningún trabajo de investigación científica, por más empeño que pongan los científicos.

De cualquier forma, Margarita y Gabriela, junto a los demás muchachos de la base, se empeñaron en demostrarnos que: «aunque la casa es chica el corazón es grande». Así pasamos una excelente noche donde el que cumplía años tuvo hasta torta con bonete y cotillón. Aunque por otra parte debíamos turnarnos para usar cuchillo y tenedor ya que no había para todos simultáneamente.

Ocupar un espacio con escudo científico?  Vale la pena tal despliegue de bases, o sería preferible concentrar todos los esfuerzos en  3 o 4 bases dejando el resto?. Preguntas que no tendrán respuesta.

Puerto Charcot.

Desde Bahía Paraíso nos fuimos acompañados por tres ballenas «minke» y con una suave lluvia, que luego se convirtió en nevada, hacia la isla Booth. Nuestra intención era recalar en el mismo lugar donde invernó el gran navegante francés  Charcot. Pionero antártico que llegó por primera vez en 1903 con el «Le Francais» (luego comprado por la Argentina convirtiéndose en el Austral con intenciones de ser utilizado para el reaprovisionamiento de las Orcadas) y en 1908 lo hizo con el Pourquai Pas?.

La recalada en el lugar fue un poco difícil dado que un fuerte viento del N.E. nos llevaba en rumbo directo pero también hizo lo mismo con los témpanos. El resultado fue que tuvimos que seguir y fondear del otro lado de la isla. Por otra parte lo que podíamos observar con nuestros ojos y el radar, poco tenía que ver con aquello que estaba representado en las cartas. Islotes, piedras e incluso grandes islas o bahías no figuraban, y si figuraban estaban en otra posición. Es cierto que todos advierten de dicho problema pero muy diferente es estar viviéndolo y con bastante incertidumbre hacer pasar el barco por donde teóricamente hay piedras, sorteando témpanos y luchando con olas y vientos de 50 km. por hora.

En una oportunidad, ya cerca de la costa, nos encontramos rodeados de piedras e islotes. Según la derrota que seguíamos con el G.P.S. no tendría que haber nada pero lo concreto fue que dimos media vuelta para tratar de salir por donde entramos y buscar un nuevo paso.

Sobre el monte de isla Booth veíamos el «cairn» colocado por Charcot en su primer invernada y que hasta el momento es mantenido. Además de punto de referencia fue (y es) utilizado para dejar correspondencia o mensajes a otros buques. As¡ fue como dejamos un par de cartas para ver que suceden con ellas.

También encontramos parte de un refugio construido con piedras y los restos de calderas e instalaciones varias. Pingüinos «Adelia» (bautizados as¡ por Mr. Charcot en memoria a su esposa, espero que lo haya tomado a bien) y lobos de dos pelos nos hicieron compañía.

Esa noche la pasamos bastante incómodos. Resulta ser que luego de fondear por popa y amarrarnos a dos rocas en tierra, la marea comenzó a bajar. Unas fuertes ráfagas del noreste nos empuj¢ hacia la costa montando una roca. El quillote comenzó a golpear pero ya no pudimos sacarlo de la varadura. A eso de las 2 de la mañana el barco se encontraba totalmente recostado sobre las piedras sobre la banda de babor. Cada tanto una ola hacía que flote un poco para volver a golpear pesadamente. Sal¡ para ver como estaba el bote de goma pero este descansaba casi en seco sobre el quillote, lo habíamos dejado amarrado de la banda de estribor. Nada se podía hacer así es que a seguir durmiendo sobre la banda de babor.

«Kodak» Channel.     

Según los entendidos en temas antárticos esta zona es una de las mas pintorescas; tanto es as¡ que el estrecho Le Maire es conocido como «Kodak Channel».

Hacia allí fuimos. El espectáculo es imponente. Altas cumbres cubiertas de glaciares caen abruptamente al mar. Miles de témpanos de todas las formas, hielo roto de todos los tipos y ballenas (jorobadas y minke), pingüinos y focas nos acompañaron en todo el trayecto , que , por las dudas, lo hicimos dos veces. Si en la vida vimos algo deslumbrante, creo que este es el lugar.

Para completar nuestro asombro en nuestra proa avistamos un velero rojo. Se trataba del velero francés «Metapassion» que Michele y George navegan desde hace 15 años, aunque esta es la primera vez en la Antártida. George vino a visitarnos y luego de recomendarnos un par de lugares, entre ellos la base inglesa Faraday dada la abundancia de cerveza, nos despedimos hasta Ushuaia.

La base inglesa.

La recalada en Faraday fue fácil y realmente el puerto natural es excelente. Esta base se encuentra en el grupo de islas conocido como «Islas Argentinas». En la base, ultramoderna, hasta hace un año tenían perros que fueron eliminados dadas las recomendaciones del tratado Antártico (limita la introducción de animales no autóctonos). La base, científica, depende del British Antartic Survey y sus 10 hombres son de distintas universidades (mayoría de Cambridge). El jefe, de 35 años, nos recibió muy amablemente invitándonos a que visitáramos la base luego de las 19 h. . Hasta ese momento se trabaja y las visitas son pasadas para mas tarde.

Lógicamente recorrimos las instalaciones que son excelentes. Fue, sin dudad alguna, la base m s moderna que encontramos y meticulosamente equipada y ordenada. Pero la mayor sorpresa nos lo deparó el piso de arriba. En ese lugar, además de la cocina y la biblioteca, hay un típico «Pub» ingl‚s. Con una excelente barra de madera tallada, tiene desde el clásico juego de dardos a banquetas, sillones de cuero, ventanas por todas partes, video y una excelente variedad de cervezas rubias y negras. Con 24 latas en el estomago (ganó el campeonato), y 6 en los bolsillos, para el viaje en bote hasta el velero, nos fuimos a dormir. Por la mañana pensábamos ir hasta «Port Lockroy» donde también hay una base inglesa, pero abandonada.

Al invitarlos a visitar el barco mostraron un gran interés en hacerlo, claro, en Inglaterra el navegar es algo natural. Sea por tradición, historia o porque viven en una isla, el navegar forma parte de su vida. Nosotros, aunque tengamos un gran litoral o vivamos en la isla Grande de Tierra del Fuego, miramos al mar solo pensando con el estomago: comer calamares, centolla o cholgas. As¡ es como su jefe autorizó a todos para que pudieran ir en horarios rotativos. Durante toda la mañana nos dedicamos a convidar té y explicar, una vez tras otra, las especificaciones del velero, nuestra travesía y como era Tierra del Fuego.

Después del mediodía zarpamos. Nuevamente un día gris, lluvioso, de a ratos nevaba. Cúando saldrá el sol? Preguntamos en vos alta. Colin, meteorólogo de las base, nos respondió que no esperemos a que eso suceda; solo 25 días al año aparece «febo». Lo miramos con tal cara de incrédulos y decepcionados a la vez, que con su flema tan británica nos aseguró que hasta en Londres había más oportunidades de sacar fotos con sol. Con una sonrisa dibujada en su rostro comentó:»- Claro, todo el mundo saca fotos cuando hay sol. De esa manera, los que nunca estuvieron, se llevan la impresión que en la Antártida solo faltan las palmeras y un poco m s de temperatura; pero la realidad es esta.» Continuó con su t‚ en forma despaciosa y mirando el fondo de la taza, como si tratara de adivinar cuando saldría el «sol».

Al igual que en la mayoría de las otras bases el personal rota, por contrato, cada 2 años. A diferencia de las otras bases salen del servicio con un promedio de los 150.000.- dólares ahorrados. Esta estación, al igual que otra sobre el Mar de Weddell, van a ser abandonadas en 1996. Ya no tiene sentido mantenerlas, siendo su costo operativo elevado. Las mediciones meteorológicas que realizan se pueden hacer por laboratorios automáticos. Las demás experiencias pueden continuarse en otro lugar. Creo en realidad que son prácticos: al renovarse el Tratado Antártico por otros 50 años, no tiene mucho sentido estar gastando plata en custodia de algo que, si quieren, lo toman cuando se les da la gana.

Partimos con cierta satisfacción y tristeza. Luego de haber llegado a la latitud m s austral de este viaje (65§ 15’Sur) y habiéndonos convertido en el velero deportivo argentino en llegar mas al sur (cosa que no demuestra nada, salvo que si se tiene ganas y tiempo se puede hacer), emprendimos el regreso. En realidad nuestra intención era avanzar m s, cosa que debimos dejar de lado por la perdida de tiempo que sufrimos reparando el eje y el estado de los hielos que comenzó a cerrar el paso. Tanto es as¡ que por radio escuchábamos como el Rompehielos A.R.A. Irizar , junto a otros dos ingleses, estaban sin poder avanzar.

Refugios y bases abandonadas. 

Al pasar por Peterman Island vimos el refugio argentino abandonado y en la pared del glaciar dos personas esquiando. Enseguida se sacaron las camperas y saludaron efusivamente. S¡, Michelle y George viviendo plenamente la Antártida; en una pequeña bahía vimos al «Metapassion» amarrado a la costa.

Nuevamente recalamos en Puerto Charcot, donde nos quedamos todo un día disfrutando del buen tiempo. Mientras que algunos se dedicaron a la fotografía, «Gato» esquió, Marcos y Daniel dieron cuenta de la basura incinerándola y Jorge se puso a preparar el barco para el cruce: cambio de aceite en el motor, filtros y un largo etcétera.

Port Lockroy nos deparó una sorpresa: fondeados en la bahía nos encontramos al «Metapassi¢n». Por suerte nos tocó uno de los pocos días de sol que tuvimos durante el viaje (4 en total) y nos dedicamos a pasear, recorrer la base abandonada a  comienzos de la d‚cada del 60 y a hacer los trabajos de prueba de equipamientos que nos habían solicitado.           Encontramos un par de lugares donde fueron despostadas ballenas. Enormes esqueletos y casillas semidestruidas ocupadas por pingüinos, eran los restos dejados por el hombre.  Este puerto, reconocido por primera vez por Charcot, fue utilizado por balleneros y loberos.

La base guardaba desde baldes con carbón para alimentar las estufas, alacenas llenas de variadas conservas semi oxidadas y hasta revistas y libros en el bar. Afuera, restos de embarcaciones menores se sucedían a los tambores de combustible oxidados y semi podridos que ahora sirven de protección para que los pingüinos (Papua) nidifiquen. La naturaleza recuperando lentamente un espacio que le pertenecía. Porqué no las desarman? La respuesta a esto es interesante. Según los gobiernos es importante dejarlas armadas dado que pueden ser utilizadas en caso de emergencia. Realmente una respuesta que para el que no conoce el lugar puede llegar a tener sentido. En este caso a solo un par de kilómetros están los refugios de Dorian Bay. Uno es Argentino y el otro inglés.