BAHÍA FLINDERS

Continuamos con la búsqueda del naufragio del «Espora» de Don Luis Piedra Buena.

A media mañana levantamos el fondeo (del Velero Callas de Jorge Trabuchi)  y realizamos una corta navegación desde Bahía Crossley, donde comentamos el naufragio del «Eagle» de 1873, hasta bahía Flinders. Nuevamente la corriente en contra y la falta de viento hacía que nuestro avance fuera  muy lento. Pasamos muy cerca del cabo Galeano y al igual que el resto de la costa hasta Bahía Belgrano, la costa no presenta playas y el gradiente es muy abrupto.

Las 7 millas que separaban un lugar del otro logramos hacerlas en poco más de 2 horas y media. El día se presentó gris con una suave brisa del S-SE. Ya presentíamos un cambio de clima. En algunas horas más algo tenía que pasar. Por otra parte nos quedamos pensativos al ver como la corriente jugaba un papel mucho más serio en la navegación de lo que uno por lo general le otorga. Si bien la carta indica lugares con medio nudo de corriente, a solo una milla del lugar puede haber 2 o 3 nudos según esté creciendo o bajando. Es de imaginarse lo que le pudo haber sucedido a uno de esos grandes veleros del 1800 que encalmados (sin motor) quedaban a la merced de las traicioneras corrientes.

Sorteando los grandes bancos de cachiyuyos entramos en Bahía Belgrano y directamente nos dirigimos a Caleta Baiud, bien al fondo. Esta bahía está muy expuesta a  los vientos del NW y si bien pensábamos quedarnos en el lugar a pasar la noche preferimos hacer una inspección y continuar hacia otra caleta algo mas protegida.

El lugar es por cierto muy lindo; las playas de arena son muy extendidas con un gradiente muy leve. La de más al fondo me dejó sorprendido, en bajamar había más de 400 metros entre la línea de agua y la línea de pleamar. Pero no encontramos nada en particular. La que le sigue hacia el Norte estaba llena de madera de árbol, tergopol, algunos restos de madera de barco  y un boyón  de los que la Armada utiliza en la zona, tal vez sea el de Bahía Crossley? (Tiempo después nos enteramos que en bahía Flinders entraban los submarinos de la Armada Argentina a re abastecerse por el años 1978.

Esta misma playa es en la que vimos, entre los árboles, una tela azul que daba la impresión de un refugio, el de Andre Bronner. En realidad, además de dar la impresión, se trataba de un refugio dejado por un francés que toma la isla como lugar para “vacacionar”. A veces da lástima que la tengamos tan olvidada. De los proyectos privados que conozco todos involucran al Gobierno, el cual se debería hacer cargo de todos los gastos que el proyecto origine, sin que ninguno implique la posibilidad de ser auto sustentable.

Son pocos los que toman el lugar como zona de estudio, trabajo o investigación; pero existen. Entre ellos podemos contar a investigadores del CADIC (Dr. Adrián Schiavini) que a bordo del velero del “Mono” Brunet periódicamente la visitan;  o a otros (Lic. Ernesto Piana) que voluntariamente colaboran con los trabajos de los demás. Pero también somos capaces de olvidarnos, y en algunos casos de hasta negar, que la Armada Argentina mantiene un Destacamento, por cierto no en las condiciones ideales. También dejamos de lado que el Museo Provincial y la Comisión Nacional de Museos y Monumentos y Sitios Históricos se preocupe designando a San Juan de Salvamento sitio histórico o que sea también gente de la Armada ( Prof. de Supervivencia Pereyra) los que la hayan cruzado a pie en su largo y durante el periodo de licencia.

Todo esto sin contar que existe una “Asociación Amigos de la Isla de los Estados” (Tronador 4055 – Bs.As. Teléfono: 541-3676) que hace lo imposible para difundir lo que es la “isla” desde distintos aspectos; sean estos bajo la imagen de Don Luis Piedra Buena, el Faro del Fin del Mundo, los presidios, y la fauna y flora del lugar sin olvidarse de la importancia geo estratégica del lugar. Para ello impulsan cuanta actividad pueda desarrollarse que aumente el conocimiento sobre ella.

Pero con nuestro amor a todo lo extranjero, en gran parte gracias a la convertibilidad (1998), queremos hasta importar nuestra propia imagen. Es así como este “nauta” francés se hace llevar por algún buque o velero que vaya por la zona y se queda unos días tomando fotografías y escalando sus cerros; lo cual, debemos reconocer, no es para nada tarea sencilla. De esa forma logramos que venga a contarnos como es nuestra propia geografía y tengamos que escucharlo, con la clásica soberbia que caracteriza a estos personajes, diciendo que descubrió tal o cual cosa, que por lo general son totalmente conocidas por los que estamos en contacto con la isla, pero que al no tener influencias diplomáticas o políticas para trascender en las más altas esferas del poder quedamos como simples observadores pasivos.

Restos de naufragios.

Entre las cosas interesantes que vimos en el lugar fue una especie de cuaderna aserrada en un curvón. Eso entre muchos restos de madera de buque nos hizo llamar la atención. Pero en realidad hasta el momento los hallazgos no eran nada contundentes.

En una tercer playita, siguiendo hacia el Norte, continuamos pateando tergopol y revisando la madera depositada por el mar. Cerca de la mitad de la playa hallamos un río bastante caudaloso en comparación al resto. Bien pasada la línea de altas mareas, casi diría unos 50 a 60 metros río arriba, encontramos una parte importante de una construcción naval del 1800. Las características son similares para aquellos años, como las clavijas de madera para sujetar el forro y largas varillas de hierro y bronce para hacer firme al armazón entre sí; el tamaño de los maderos es de unos 25 x 25 cm. Este era el primer hallazgo de algo que tuviese cierto porte. Por otra parte el lugar es apto  para poder construir algo. De cualquier forma este relevamiento tenía como objetivo base comparar todos los sitios que dan como lugar de construcción del “Luisito” y descartar los que son materialmente imposible. Debemos ser justos con la verdad y si bien íbamos a pasar por el lugar de cualquier forma,  ya Natalie Goodall le había comentado a Daniel que ella creía que era ese el lugar de la construcción del “Luisito”. Vale la pena aclarar que esta investigadora se dedicó a estudiar la flora de la isla y cruzó caminando, desde bahía Crossley a bahía Belgrano.

En conclusión: para mi estaba descartado el lugar aunque la última playa tenía algunos puntos a su favor. Pero no encontramos nada que coincidiera con el diario escrito por Don Luis Piedra Buena. Esto es MUY IMPORTANTE.

 

Nota  anecdótica: Algo de color en especial para los que la vivieron en Tierra del Fuego. En 1977 / 78 sabíamos que la Isla de los Estados era usada por la flota Argentina para protección. Es cuando se pone el destacamento de puerto Parry y allí ingresaban varios de nuestros buques de la Armada. Si hasta el conflicto con Chile no había nadie en la «Isla Misteriosa». Pero veamos que pasaba en Bahía Flinders. Son dos oficiales que relatan como vivieron su paso por Bahía Flinders.

El 28 de abril de 2015  Jorge R. Bergallo  escribió:

Estimados
Dado que yo fui un partícipe más de esa situación me atrevo a aportar un poco más de información.
En realidad los primeros submarinos en abastecerse fueron el Slata y el Santiago del Estero. El primero amarró sobre estribor del Aracena y el segundo en la otra banda. Yo era el jefe comunicaciones del Salta.
Salimos a superficie el 31 de diciembre al mediodía dentro de la Bahía Flinders.
Embarcamos víveres, repuestos de electrónica e incluso (si no estoy confundido) un contactor de batería. Cartas para el personal, etc
En el Aracena estaba parte del estado mayor de la Fuerza de Submarinos, con el Teniente de navío Barilari, el capitán de corbeta Aumann, el médico, etc.
Nos dieron revistas, algunos dulces y cigarrillos y lo peor de todo calamares y merluzas enormes. Digo lo peor porque al cocinero se le ocurrió cocinarlos en navegación. Se imaginarán la fragancia que respiramos por bastante tiempo, pese a a haber hecho snorkel y forzar la ventilación.
La maniobra en sí duró pocas horas, afectadas por los movimientos y es como dice el capitán Zavalla el Aracena tuvo muchas averías por los golpes de los cascos resistentes.
El pasaje del Salta al pesquero era por medio de una escala de gato en una posición casi horizontal. Bastante peligroso el ir y venir.
Se hizo de noche. Nos invitaron a pasar Fin de Año con ellos, entonces se demoró la zarpada unas horas hasta después de la cena.
No recuerdo el menú pero la calidad con seguridad fue excepcional……. para el paladar de hombres que hacía casi un mes comíamos todo en latas o deshidratado, excepto algún corte de carne frizada.
Recomiendo el libro del Capitán Cosentino «Memoria de tiempos difíciles«. Tiene un capítulo dedicado a este tema. Las fotos las tomé yo y se las presté al autor.
Una gran operación para los submarinos argentinos. Una más.
Saludos
Jorge Bergallo

El 27 de abril de 2015 Carlos A Zavalla  escribió:

Un nuevo recuerdo.
El Aracena nos reabasteció en Isla de los Estados, en el conflicto del 78, cuando intervino el Papa.
Se amarraron a sus costados dos submarinos (Santa Fe y Salta).
Cuando borneaba, empujaba al de una banda y se estiraban las marras del que estaba de la otra banda.
Al cambiar el borneo volvía con fuerza hacia el “alejado” y le daba un fuerte golpe. El pesquero llevaba la peor parte, especialmente contra el Salta con su pesado casco resistente.
Quedó muy maltrecho.
Cuando nos tocó reabastecernos a nosotros (San Luis) nos tomamos por largo con una amarra y usamos una embarcación.
El problema es que al bornear nos tiraba la proa hacia su popa y al volver había que dar atrás. El tema era complicado y entrabamos en resonancia, y la maniobra se hacía cada vez mas complicada y peligrosa. Me hice cargo para salir de la resonancia usando al mínimo la
la máquina y solo cuando era absolutamente necesario. Poco a poco la cosa se fue calmando hasta cesar el borneo. Quedamos tranquilos y estabilizados
Me la creí. Saque patente de gran maniobrista hasta que caímos en la cuenta varias horas después que estábamos con la máquina dando atrás a muy bajas revoluciones porque las cosas que caían agua se movían hacia proa.

Carlos Alberto Zavalla