CRUCERO AL

CONTINENTE BLANCO

Esta travesía realizada a bordo del Velero “Callas” de propiedad de Jorge Luis Trabuchi, fue realizada entre enero y febrero de 1994. El relato fue publicado por la Revista Barcos y tiene en especial su valor testimonial de ese momento, lo cual quiere decir que muchas cosas han cambiado y no se reflejan en el presente trabajo.

En una de las guardias, cruzando el Pasage Drake con dirección a las islas Shetland del Sur, me preguntaba, entre otras cosas,  “Cómo había empezado todo esto?” . La situación no era de las más agradables: uno de los tripulantes y gran amigo con el cual pasamos cientos de peripecias juntos, estaba desde hace un par de días en la cucheta en una situación a la que los que navegan llaman «muerto», es decir: no apto para nada.  Otro de los duros, de aquellos que nunca se descomponen, decía: «El Drake me hizo perder la virginidad; es la primera vez que vomito.» A todo esto, durante la mañana, el timonel de guardia no tuvo tiempo de largar la rueda del timón y dejó todo adornado con la última comida ingerida. Por suerte siguió timoneando como tal cosa, mientras limpiaba el instrumental. Se notaba que tenía experiencia en aventuras de todo tipo, algunas de ellas verdaderas proezas que ponen a prueba el temple de una persona, como ser doblar el Cabo de Hornos en kayak.

Así es como sentado a la mesa, con un plato de comida sobre una carpeta antideslizante, me constituí en el único de a bordo que se presentó a cenar. Situación un tanto deprimente si además se es el cocinero y veía como el trabajo de hacer carne a la cacerola, tratando de mantener el equilibrio y no lastimarme en cualquiera de los bandazos, iba a terminar de alimento a los peces. Me faltaba una hora para tomar la guardia al timón. Por suerte esto se hacía en el interior del barco dado que cuenta con una excelente timonera cubierta.

Mirando desde la timonera al exterior veíamos como un cielo gris se unía a lo lejos, en una indefinida línea del horizonte, con un plomizo mar cubierto de olas y espuma blanca.

Los rociones de agua helada llegaban hasta la popa. Las olas sin ser muy grandes se acercaban casi de través al barco. La cresta rompiente me hacía abrir los ojos y mirar con gran expectativa mientras pensaba : “Romperá arriba del barco o será  capaz de subir hasta la cresta?. Así , pendientes de que 18 toneladas suban lo suficiente, se sentía un suave cachetazo que indicaba que todo había pasado. A eso le seguía un profundo rolido y, luego de la correspondiente zaranda, había que compensar con el timón y nuevamente fijábamos la vista al horizonte para buscar otra ola. Si, es el clásico momento en que todo navegante se pregunta «Que hago aquí? ¨Cómo y en que momento se me ocurrió meterme en esto? «.

Todo esto comenzó concretamente cuando una noche, después de una regia cena con abundante vino en los «ventisqueros chilenos» (Publicada en Barcos No. 189-190-191-192), Jorge Trabuchi dijo: «Y la próxima navegación va a ser entre los hielos de la Antartida». Inmediatamente levantamos las copas y brindamos afirmando que hasta la Antartida nadie nos iba a parar. En esa ocasión estábamos navegando con Eric Trabuchi, de solo 3 años, Cecilia Illa, Danilo Clement y Roberto Rocca. Junto a nosotros, en un Beagle 26, estaba Brunet con los hermanos Ludueña. La noche era espectacular, con hielos y glaciares por todas partes. Habíamos vivido uno de los días mas hermosos de nuestras vidas navegando entre los hielos rotos del Glaciar Garibaldi de la Cordillera Darwin. Un par de témpanos grandes nos hicieron imaginar como sería todo eso. Lo único que nos quedaba era ir a sacarnos la duda. Así que allí estaba yo, solo nueve meses después, pariendo semejante brillante idea frente a un plato de carne a la cacerola, junto a una mesa desierta, en una de las cocteleras mas caras que puede haber en el mundo.

Excusas o motivos.

¨Porqué no? Tal ves esa sería la respuesta correcta o por lo menos la que mas me hubiese gustado dar en cada una de las oportunidades que me preguntaron:  ¨Porqué ir a la Antartida?.

Motivaciones puede haber muchas, todos las teníamos y, en algunos casos, coincidían. Pero si hay algo que es importante dejar en claro es que ninguno de nosotros fue para batir un record, o con el afán de realizar una proeza; aunque si existió el desafío deportivo. Cuando exponíamos el proyecto ante las autoridades navales, gubernamentales y en especial en la Dirección Nacional del Antártico o en el Instituto Antártico, nos miraban como si fuéramos in concientes que queríamos desafiar las leyes de la naturaleza y que por eso nos largábamos a la conquista de la mayor latitud sur a la que pudieramos llegar en un indefenso velero. Aún luego de regresar, y ya planeando una estada más larga en la Antartida, muchos nos miran como si estuviéramos mentalmente perturbados.

Como entusiastas en la navegación por mares australes es algo natural pensar en la Antartida. Recordemos que navegando por el Beagle, el Le Maire, la isla de los Estados, el Cabo de Hornos, las famosas islas perdidas y el Magallanes no hacíamos otra cosa que recorrer la provincia a la cual pertenecemos. Por otra parte descubrimos que, si bien no es sencillo navegar la zona, tiene más de «mito» que de otra cosa. “Sería igual ir a la Antartida?

Solo sabíamos que mucho se a hablado del Drake, bastante menos se ha escrito, pero las versiones eran por demás diferentes. Algunos hablan de vientos huracanados con olas de 20 metros, cuando otros comentan de suaves brisas y un mar como el aceite. A esto saltaba la clásica pregunta: Cual sería la realidad?. Puras exageraciones o las dos versiones tendrían algo de verdad?.

Desde el Club Náutico veíamos, verano tras verano, como veleros franceses y de todas partes del mundo, zarpaban hacia el continente blanco. Volvían, un tiempo después, contando las más insólitas experiencias. Incluso hubo algunos que dejaron el barco abandonado y se tomaron el primer avión para no regresar nunca más. Recuerdo de un solitario que decidió suicidarse con una bengala, otro se cayó del tope del palo y así miles de historias. Pascal, del «Scherzzo», iba año tras año y nos contaba que le encantaba el lugar para tocar el piano que llevaba en la dinette. Cada loco con su raye, pero de argentinos sabíamos muy poco; solo lo relatado por Gustavo Díaz y por Hernán Alvarez Forn que fue el primero en cruzar el Drake y visitar la península con un velero deportivo, de pequeñas dimensiones y equipado sencillamente.

Así fue como decidimos, en lo posible, armar una tripulación de «fueguinos» (y/o residentes) que quisieran recorrer parte de su provincia: Provincia de Tierra del Fuego, islas del Atlántico Sur y Antartida; por lo menos as¡ es como se llama. Con el correr del tiempo las pretensiones bajaron y nos conformamos con armar una tripulación «patagónica», con un invitado de Buenos Aires. De esa forma sería el primer velero argentino, con asiento en Ushuaia, que visitara otra parte de su provincia.

A eso se le fueron sumando otras motivaciones, como la de tratar de re-editar el periplo que hiciera hace 90 años la Corbeta «Uruguay», cosa que solo cumplimos en parte. Mi interés particular era poder palpar «in situ» lo que vivieron balleneros y foqueros del siglo pasado y muy especialmente los lugares que exploró el Dr. Charcot en sus dos invernadas antárticas (1903 y 1908).

Los preparativos. 

As¡ comenzamos a buscar información y a completar el equipo del barco. Una de las cosas más importantes que se le agregó fue una computadora AT-286 que además de usarla para los jueguitos clásicos, poseía un modem para recibir vía B.L.U. cartas meteorológicas: sinopsis del momento y la pronosticada. Eso nos daba una gran herramienta ya que podíamos ir comparando los movimientos de los centros de baja y el gradiente de las isobaras. El resto del instrumental, incluido el piloto automático «Autohelm», eran los que ya poseía el barco.

Una de las reformas importantes realizadas durante al año fue el cambio de ubicación del cabrestante y la caja de cadenas, que de proa pasó a la base del palo. Con ello se logró levantar la proa del barco dado que casi unos 400 kg. cambiaron de lugar.

La proa se la modificó para guardar verduras y estibaje en general. Como ese sector no esta calefaccionado resultó una especie de cámara frigorífica ideal para verduras y frutas.

Nos aconsejaron poner un mamparo estanco en proa (anti colisión) , protector de hélice y reforzar la roda y proa en el sector cercano a la línea de flotación (donde los hielos golpearían con mayor violencia). Esos trabajos no se hicieron; personalmente creo que son útiles y si se planea ir a esas latitudes convendría hacerlos.

Al barco se le dio una recorrida general, pintura,  nodos, y miles de pequeñeces que van surgiendo a medida que uno se pone a trabajar. Vale la pena aclarar que yo participé‚ muy poco en esos preparativos dado que casi no estuve en Ushuaia. Uno de los que más trabajó fue «King George» , que lamentablemente no pudo acompañarnos en la travesía.

Consejos: aciertos y desaciertos.

Tuvimos varios asesores en esta pequeña aventura. Uno de ellos fue Olleg; se trata de un gran navegante francés, algo excéntrico, profesor de la universidad, que año tras año viaja a la Antartida, 2 o 3 veces en la temporada, llevando turistas junto a su familia. Su barco es una gran biblioteca flotante, posee libros de náutica de todos los tiempos. Fue el responsable de hacernos cuarterones, a mano alzada, de los principales puertos naturales que podíamos utilizar en nuestra excursión. El único consejo que nos dio fue que tuviéramos cuidado de no perdernos cuando saliéramos a caminar dado que la visibilidad desaparece de golpe; también nos indicó que cartas náuticas llevar. Otro fue Jean Paul Bassaget que en una oportunidad navegó bien al sur con su doble proa «Ksar»; siempre muy cordial es interesante escuchar los datos que va dando.

Don Pedro Margalot fue un verdadero estratega de las derrotas a seguir y sus consejos fueron por demás acertados. También fue el responsable de indicarnos como obtener toda la ayuda posible de los partes meteorológicos y en especial de la tranquilidad que daba estar comunicados. Durante muchas horas de charlas fui tomando notas y recuerdo haber anotado desde frecuencias a obsequios que debíamos llevar, como así también como seríamos recibidos y a que países enviarles notas avisando de nuestra recalada por la península. Realmente todas las indicaciones fueron de utilidad, aunque en un primer momento tomé algunas como totalmente irrelevantes. Personalmente creo que entre las cosas que más me clarificaron estuvo el porcentaje de días al año que puede haber una intensidad de viento dada. Es decir, las posibilidades que teníamos de toparnos con una u otra cosa y como valernos de las bases para obtener dicha información.

Muchos aspectos fueron ampliados por Skip Novac pero lo cierto que teníamos era: todos sostenían que lo podíamos hacer sin mayores dificultades, que cada cruce es algo particular y lo subjetivo esta presente en un porcentaje muy alto.

Los peores consejos los recibimos de oficiales de buques, de pasajeros o rompehielos, sin experiencia en veleros, y de ciertos organismos especializados vaya a saberse en que.

Publicaciones.  

De la cartografía se encargó un gran amigo y propulsor de la actividad náutica en el sur: Don Héctor Julio Álvarez. En su cargo como Agregado Naval en Londres se ocupó de conseguir las cartas y enviarlas. Usamos muy poca cartografía argentina. Desconfiábamos de ella a partir de lo sucedido al Bahía Paraíso en 1989, pero puedo decir, con total seguridad, que las cartas inglesas están plagadas de errores. Estos son cada vez mayores a medida que se avanza hacia el sur.

Un punto muy importante es no olvidar al DERROTERO ARGENTINO. Está muy bien escrito con profusión de detalles y es de una ayuda invalorable. Tampoco dejar de lado una guía de aves, en lo posible la de aves marinas. También es interesante tener a mano un libro de mamíferos marinos. Si se desea colaborar con la Fundación de Vida Silvestre o el CADIC de Ushuaia, darse una vuelta y llevar las planillas de avistajes de ballenas y la forma de identificarlas. Además de ser entretenido por lo menos uno hace un viaje importante no tan al pepe.

Las cartas utilizadas fueron: (si en el momento de encargarlas cambian, van a entregar su reemplazo moderno; no dicen un simplemente: «están agotadas») del British Hydrographic Office No.3573, 3571, 3202, 3570, 3572, 3213, 3566, 3560, 3200 esta es del Drake también es bueno llevar las argentinas, 1776,3205, 1774, además es importante llevar todas las que corresponden a Tierra del Fuego e isla de los Estados.

Equipos varios y apoyo moral.

El tema de la vestimenta era un punto difícil de solucionar. Tomamos el toro por las astas y nos dirigimos a los mejores especialistas en ropa para navegantes de altas latitudes. Así fue que la firma «MUSTO» nos proveyó de todo lo necesario. El resultado, como veremos, fue excelente. Las prendas utilizadas durante dos meses, todos los días, parecían recién sacadas del container. En las bases argentinas se quedaron sorprendidos al verlas. Luego de probarlas se preguntaron c£al ser¡a el motivo por lo cual ellos siguen vistiendo como a mediados de siglo. Pero veremos el tema bajo distintos aspectos a lo largo del presente relato.

También optamos para la misma solución en cuanto a calzado de montaña y hielo. La empresa «Sorell» de Canada se ocupó del tema. El equipo para escalar montañas, hielo, campamento y esquí de fondo fue preocupación de nuestro montañista: «Gato» Curuchet. Así fue como llenó el barco con clavos, piquetas, grampones, esquíes, sogas, carpas, camperas, pasamontañas y mil cosas m s que en un primer momento daban ganas de tirar todo por la borda.

Fotografía y video: gran incógnita. Así es como decidimos hacer todo por partida doble. Beccquer Casaballe, propietario de la revista Fotomundo, y yo nos encargamos del tema. Muchas cámaras fotográficas que incluyeron dos submarinas y dos equipos de video Super VHS., además de trípodes, flashes, cargadores de baterías y centenares de rollos fueron subidos a bordo. Por supuesto que a todo esto se le debe sumar los equipos que cada tripulante llevo para si mismo. Pero sobre el tema volveremos m s adelante.

Uno de los mayores problemas ante travesías de esta índole estaba casi totalmente resuelto. Todos contábamos con el apoyo familiar y de nuestros socios, en cuanto a la parte laboral. Creo que un poco forzados, dado que en todos los casos no era la primera v‚z, ni tampoco sería la última, que se nos cruzaba por la cabeza salir unos días de paseo. Por otra parte todas las familias participaron, de una u otra forma, del alistamiento del barco. Realmente fue una gran suma de fuerzas y a medida que se acercaba la fecha esta era mayor.

También contamos con el apoyo del Gobierno Provincial que por intermedio del In.Fue.Tur. (Instituto Fueguino de Turismo) nos suministraron los fondos para combustible y alimentos. Tanto la Municipalidad de Ushuaia, como legisladores, artistas y maquetistas se involucraron en el viaje proveyéndonos de elementos para entregar en las bases. Así fue como un pesadísimo juego de ajedrez esculpido en mármol iba para la base Esperanza; un faro alegórico al del Fin del Mundo, a la base Jubany; plaquetas para las otras bases argentinas; banderas de la expedición, para cada punto que tocáramos; información turística de la Provincia para ser entregadas a las bases extranjeras; a eso se le debe sumar platos de la gobernación, maquetas de canoas de corteza, libros, revistas, mapas, souvenirs varios (remeras, buzos, gorros de World’s End) y un largo etcétera. Por momentos sentía lo que deben haber sentido aquellos capitanes de la «era de los descubrimientos», cuando cargaban las naves con obsequios para los posibles encuentros con culturas distintas. Fue desconcertante ver como una pequeña atención puede dejar descolocado al jefe de base más estricto y descortés (base Frei).

Los últimos preparativos; por fin zarpamos.

Agua potable llevamos la necesaria para el cruce del Drake. En Tierra del Fuego y en la Antartida este no es un problema. Hay agua por todas partes. A veces solo se necesita acercar  el barco a la orilla para llenar los tanques con un embudo y una manguera.

Los enlatados fueron a la sentina de proa  y cerca del palo, tanto el freezer como la heladera salieron repletos de carne y pollos. Los artículos de almacén se ubicaron por sobre los tanques de agua y combustible para que no sean alcanzados por la humedad. Estos incluían desde postres instantáneos a fideos, polenta, puré de papas y cuanta cosa se puede encontrar en un supermercado. Levadura y harina se llevó en cantidad suficiente para elaborar pan cada 3 días. Gracias a la habilidad de «Gato» esto sucedió una sola vez en 56 días de viaje, cuando 3 pancitos aparecieron en la mesa.

Fiambres fueron cargados en cantidades abismales, as¡ y todo no fueron suficientes y en las bases nos proveyeron todo el resto que necesitamos.

Un gran error fue en el cálculo de las bebidas alcohólicas. Con un «Yo no tomo» 3 tripulantes se borraron de la lista. Pero cual fue la sorpresa al ver como Beccquer, Marcos e incluso Daniel (solo cerveza) fueron reincorporándose a la lista de bebedores. Nuevamente todas las bases, incluidas China, Korea, Inglaterra y salvo Chile y Rusia (en esta última tomaban alcohol puro) contribuyeron a que no pasemos penuria.

Marcos Olivadey, de Puerto Deseado, con su experiencia en comida de supervivencia se ocupó de las raciones de quacker, vitina, sopas Campbell, nestum, chocolate y demás comidas rápidas y nutritivas.

Lo último en ser subido a bordo fueron las frutas y verduras. Estas incluían desde kiwi, a repollo, ajo, bananas, melones, tomates, manzanas, naranjas y a cuanta cosa viéramos que podía conservarse por mucho tiempo y viniese en cajones. Cargamos tanto que en las bases íbamos repartiendo frutas frescas y algunas verduras.

Además de los 1.200 litros de Gas Oil en los tanques estructurales, Jorge Trabuchi se encargó de llevar 8 bidones con Gas Oil filtrado estibados cerca del palo por si había algún inconveniente.

Ushuaia, 11 de  enero de 1994.

Zarpamos solo un día después de lo planeado. Esto se motivó en que Jorge olvidó el cumpleaños de Sandra, su esposa. No sabemos si la «bruja» (o cebra) se puso las tiras, pero el resultado fue que partimos al día siguiente.

A las 0910 del d¡a 11 zarpamos desde el muelle del Club Náutico Ushuaia. Al timón estaban Don José Estabillo, Gobernador de Tierra del Fuego, y Don Carlos Berisso, Almirante de la Base Naval; le hacía compañía Jorge Trabuchi, capitán del Callas.

Desde el muelle nos saludaban amigos, familiares y simples curiosos, todos entremezclados con Ministros, Secretarios, legisladores, artistas, científicos, militares, custodios, periodistas de diarios y camarógrafos de la televisión, con los cuales nos filmábamos mutuamente. La situación resultó ser entre emotiva y divertida a esencialmente caótica. Se podía llegar a abrazar a un Ministro, darle la mano a un camarógrafo o besar alguna chica bonita que vaya a saber uno de donde salió.

El viaje prometía, no vaya a ser que saliéramos como unos simples navegantes que van a dar una vuelta. Lo lindo de esto es que no pone nervioso a nadie. En especial cuando decidimos largar amarras y comprobamos que con toda la carga e invitados que teníamos estábamos varados. Una potente marcha atrás resolvió el problema y gracias al gomone del «Biri Biri» no estropeamos el barco, lo usamos como gigantesca defensa.

El Canal Beagle.

A las 0930 la lancha r pida «Concepción del Uruguay» recogió a los invitados y con una formación de honor se despidieron tocando la sirena.

A partir de ese momento dejamos que aparezcan en cubierta a Regina y Pato, de Yugoslavia, que llevábamos hacia Puerto Williams, Isla Navarino (Chile). No faltaron algunos «piolas», como Machado que al espiar adentro preguntaban que hacían esos invitados.

Por suerte el Beagle nos trató muy bien y en una suave navegación arribamos a Williams a las 1600. Con el Yankee y la mayor el suave movimiento nos permitió terminar con la estiba y dormir la siesta. Al arribar a la bahía nos cruzamos con el «Ksar» y el «Pellagic» que iban hacia el Cabo de Hornos y con el «Croix St.Paul» que cruzaría con nosotros el Drake.

Nos abarloamos al transporte «Milcavi» que, hundido, hace las veces de muelle y sede del «Club de Yates». Allí hicimos los papeles de ingreso y avisamos nuestra intención de zarpar inmediatamente hacia el Cabo de Hornos para esperar allí algún parte meteorológico que nos diera aliento para largarnos a cruzar el Drake. Acto seguido se impuso una fuerte compra de vino chileno a precios ridículos sin que falte una buena provista de Pisco y ají chileno.

A las 22 y 30, después de cenar continuamos viaje hacia el Cabo. El pronóstico era bueno as¡ es que la desición fue aprovechar todo momento de buen tiempo. En general por las noches no se suele navegar pero con radar y experiencia en el lugar no había mayores problemas. As¡ fue como Daniel Kuntschik, que hasta un mes antes de comenzar el viaje era capitán del Guarda costa, tomó el timón y le dejamos hacer la navegación de esa zona que conoce tan bien.

Este viaje ya le había costado bastante. Después de pedir licencia para poder navegar hasta la Antartida, que le fue denegada y luego de pedir permiso para poder participar de este evento deportivo, que también le fue denegado, pidió la baja. Así es como los grandes pensadores de la «superioridad» valoran a la gente que tienen y formaron. Ahora opera, en forma privada, la lancha de prácticos que ganó la licitación en el Canal Beagle. Es una tranquilidad pensar que no todas las fuerzas de seguridad tienen esa misma lógica del razonamiento. Sino estaríamos en la  más completa inseguridad.

Bahía Nassaw y Caleta Lennox.    

Durante toda la noche navegamos por un canal Beagle por demás concurrido. Buques de carga y de pasajeros, se cruzaban con la lancha de prácticos, rompehielos con rumbo a la Antártida, buques de guerra y lanchas pesqueras.

De un viento de 14 nudos pasamos a los 35 en Bahía Nassau. A las 5,30′ decidimos pegar la vuelta y fondear en caleta Lennox ( isla homónima). Como lo hicimos en la caleta de al lado fuimos llamados por VHF, desde el puesto de chileno de Lennox, avisándonos que allí no podíamos fondear.

A las 10,30′ , ante el cambio de las condiciones meteorológicas, levamos ancla y salimos hacia el Cabo de Hornos. El viento había bajado a 10/15 nudos y rotado del S.W. al N.W.. No bien salimos vimos como el «Ksar» fondeaba correctamente en Caleta Lennox y al rato escuchamos como una lancha de la Armada de Chile interrogaba a Jean Paul sobre que estaba haciendo en el lugar. Evidentemente esta lancha estaba dirigida hacia nosotros. Ambos veleros de 2 palos y con casco blanco se prestan a ciertas confusiones, pero lo insólito era ver como estos militares siguen hostigando todo lo que pueden en el último baluarte que les queda.  Del resto de Chile, la Democracia fue apartándolos.

La sensación de hastío que sentíamos era tremenda. Lo único que deseábamos era llegar al «mítico» Cabo de Hornos. Por suerte unos delfines cruzados decidieron acompañarnos hasta Caleta Martial donde fondeamos. Con ellos como compañía y los gigantescos Albatros del Cabo pasamos el resto de la tarde. Ya estábamos en la puerta del Drake.

Cabo de Hornos, solo un paso más.

Fondeados en Caleta Martial recibimos la visita de Jean Paul Bassaget que a bordo del «Ksar» llevaba turistas al Cabo y de Allex que con el «Croix St. Paul» llevaba turistas a la Antártida. Con este último pens bamos cruzar el Drake juntos. El Crox St. Paul fue un maxi racer preparado para la Whitebread, que nunca llegó a participar. Comprado por Allex, en Francia, fue reformado para trabajar en «charters». Este año tenía planeado dos viajes a la Antártida. El también navega con su familia y el peque¤o hijo esta siempre contento de cruzar el Drake, dado que de esa manera se salva de las clases de la primaria a distancia que hace para continuar con la escolaridad francesa. Como podemos observar esto del Drake es algo por demás subjetivo. Nosotros nos mirábamos como preguntando: o este pibe era superman o los padres estaban locos, cosa m s factible que la primera, o esto es un juego de niños.

Luego de abarloarse al «Callas», Allex estudió con nosotros las cartas del tiempo. El parte era alentador y mucho m s lo fue el hecho que al comunicarnos con Héctor, radio operador de la base Jubany, nos pasó el pronostico elaborado por las base Marambio, que auguraba unas cuantas horas de muy buen tiempo. Esta primer comunicación la hicimos por BLU en 4490. Siempre es útil tener las frecuencias de las bases.

Nuevamente decidimos esperar un poco y después de cenar comenzamos a navegar hacia el sur. A las 22 y 10′ salimos de Caleta Martial los dos veleros. A las 0020’del 13 de enero dejábamos atrás al mítico «Cabo de Hornos» y en nuestra proa solo nos quedaban 442 millas del mar m s temido del planeta. Teníamos planeado ingresar al Mar de la Flota a la altura de la isla Smith. Al ser la m s alta de las que componen las Shetland del Sur nos la recomendaron para hacer la recalada. Lo cierto es que nunca la vimos dado que nubes bajas y neblinas solo nos permitieron navegar la zona por radar.

Avisamos a Radio Hornos de nuestro paso y el rumbo que teníamos. Nos felicitaron y luego de darnos el pronóstico nos recordaron las frecuencias en las que hacen escucha en H.F.

La temperatura interna del barco bajó de 22,5º C a 18º C. Afuera el termómetro no subía de los 11 grados y la temperatura del agua había descendido 3 grados, estaba a solo 8º C.

A las 2, 30 tomamos con «Gato» la guardia. A la media hora me quedé solo. El mar revuelto que muy a menudo rodea al «cabo», cobró su primer víctima. Olas de 2 a 3 metros del través, con cresta rompiendo, incomodaban un poco la navegación. El viento se afirmó del S.W. a 30 nudos; guardamos el yankee y dejamos solo la mesana y la trinquetilla. El barco a 5/6 nudos de velocidad avanzaba rápidamente. Ya a esta altura el «maxi-racer» de Allex había desaparecido por nuestra proa. Debería estar avanzando a 9/10 nudos.

El pasaje de Drake.

Por la mañana temprano comenzaron a parecer petreles y los gigantescos Albatros Errantes del Cabo. Un espectáculo fascinante. Había soñado m s de una vez con esta imagen relatada en muchos libros de navegantes, pero la realidad superaba a cualquier fantasía. Verlos volar con esas inmensas alas, rozando con la punta la cresta de las olas, era majestuoso. Según las leyendas matar uno de estos bichos es de mal agüero, lo cierto es que los cazaban a mansalva y además de comerlos aprovechaban las plumas (duvet), con las patas hacían bolsas para el tabaco; con los huesos largos punzones, agujas y boquillas, y en muchos museos de Europa se pueden apreciar el pico puesto sobre madera a modo de trofeo.

Este era el comienzo de una navegación de vaya a saber cuantos días hacia una tierra desconocida e inhabitada, salvo por hombres recluidos en sus bases. Único lugar donde un hombre puede vivir. Este continente no admite el desarrollo de la vida humana. Solo algunas aves y mamíferos marinos la tienen como abitat natural y quedan en ella a lo largo de todo el año. Esta perspectiva nos hacía sentir como astronautas en una pequeña cápsula preparándose a recalar en otro planeta. En el medio, un mar con muy mala prensa, hacía las veces de espacio inhabitable.

A este primer día comenzaron a sucederse otros, con el mismo sentimiento interno, aunque las condiciones externas cambiaban constantemente.

Las aguas en cercanías al «cabo» son muy caóticas. El Pacífico encuentra un cambio de profundidad muy brusco y la clásica onda extendida de este mar pasa a comprimirse y tener olas con rompientes. A solo 60 millas de la costa las profundidades varían de varios miles de metros a pocos cientos para llegar rápidamente al archipiélago del Cabo de Hornos. Esta tierra es la única que encuentra el mar en su giro alrededor del mundo.

En pocas palabras: bailamos a lo lindo.

Recordaba las intenciones de Cecilia de acompañarnos en esta travesía, por suerte se salvó. Si bien las consecuencias no fueron mayores recuerdo que cuando terminamos el cruce estaba lleno de moretones ante los sucesivos golpes que me daba con los bandazos, sea al estar timoneando o cocinando.

Mareados?         

Entre las cosas positivas que teníamos a bordo era que a pesar del movimiento el barco se comportaba perfectamente bien y lo m s importante fue que ninguno trataba de engañar al otro, ni a s¡ mismo, de como se sentía y en que estado se encontraba. En muchas regatas oceánicas me tocó escuchar: «No, esto nunca me pasó, me debe haber caído mal el salame que comí antes de ayer». La excusa de lo mal que uno se siente referida a los alimentos que ingirió es insólita. En realidad uno los expulsa por una simple cuestión de mareo o «revoltijo» total. El motivo, por lo general, es una combinación de factores que pueden estar presentes, o no, en diferentes cantidades: falta de costumbre al movimiento, nervios, stress, mal dormido, alimentación inadecuada, frío y muchas veces simplemente «cagaso».  Lo cierto es que es bastante normal pero me parece tonto no admitirlo y, peor aún, disfrazarlo con otros padecimientos como indigestión. Por otra parte suele suceder muy a menudo, cuando hace mucho que no se navega, y por lo general no bien uno se mariniza, el mareo queda atrás.

Pero cruzar el Drake, con su fama tan siniestra, tiene muchos de los ingredientes ya mencionados. Las pocas más de 440 millas de mar que separan al Cabo de Hornos de las Shetland del Sur conforman la región del mundo m s temido por todos los navegantes, desde el primero que pasó por ellas.

Características de este Estrecho.

Fueron miles los barcos desaparecidos en esas aguas. En realidad, al no dejar rastros, no se sabe bien donde sucedió el naufragio pero las tormentas existen y las olas también. Es cierto que la situación que se vive en el Drake es muy particular para cada tipo de embarcación y a su vez para cada persona. Pero si vemos la situación objetivamente tenemos que los centros de baja presión en verano se suceden unos a otros entre 36 a 72 horas.

En pocas palabras significa una posibilidad de tormenta cada 2 a 3 días. Pero si bien el viento es fuerte (60% vientos de 40 nudos; 20% de 60 nudos y el resto que varia de calmas a 80 nudos con un 5 % de posibilidades de vientos huracanados) tampoco lo es tanto y menos para un barco bien preparado. En la tripulación no había grandes expertos y todos realizamos el cruce por primera vez. Lo cierto es que el «Callas» nos llevó y trajo sin mayores problemas.

La velocidad con que pasan las bajas, esta dada por la posición de los centros de alta presión que se encuentren en el norte del Drake; uno a cada lado de la cordillera de los Andes ( uno en el Pacífico Sur, el otro en el Atlántico Sur).

Por esta misma situación en el tercio inferior del Drake puede estar soplando sudeste a 25 nudos mientras en el centro del estrecho puede haber unos 35 nudos del oeste, para tener cerca del Cabo de Hornos 70 nudos del noroeste. Todo simultáneamente. Esto significa tempestad en el Cabo , un centro del Drake poco movido y una llegada a la Antártida casi calma. As¡ es que en un mismo día puede haber tres situaciones diferentes según la ubicación de la embarcación. Por supuesto puede existir una tormenta con vientos huracanados en todo el estrecho, lo cual sucede en menos de un 5 % en el año. Según las estadísticas dan como vientos frecuentes los del sudoeste con una intensidad de 40 nudos en un 60% del año; con un 20% de probabilidades aseguran que el viento llega a los 60 nudos y el resto se reparte entre las demás posibilidades.

Si bien todo el mundo afirma que el viento reinante en la zona es del sector sudoeste/sur, se da con mucha frecuencia el viento norte y en especial el noroeste, con intensidad de fuerte a muy fuerte (40 nudos) lo cual puede durar varios días, 10 o m s. Esto fue lo que exactamente nos pasó a nosotros, lamentablemente cuando volvíamos. Son muchos los navegantes que comentan lo mismo como el caso del «Pequod» (de Hernán Alvarez Forn) y del «Oviri», entre muchos otros.

Vale la pena rescatar el cruce a remo del «Sweet Tomatoe» registrado en el libro de los «Guiness». Este bote a «remos» especialmente diseñado para que pueda dar tumbos tiene 8 metros de eslora y llevaba velas auxiliares. Con ‚l cruzaron el pasaje Drake en 1988. Especularon con contar con 10 días de viento norte, lo cual sería avisado por partes meteorológicos desde EE.UU., lo cierto es que lo cruzaron y con vientos del noreste al noroeste. Según las malas lenguas lo hicieron todo a vela. El bote lo trajo de regreso de la Antártida a Puerto Williams un buque chileno. Esto nos demuestra a las claras que el viento del norte en verano se hace presente con gran intensidad y duración.

Ondas mas olas.

Las olas también son particulares para cada parte del Drake. En líneas generales se puede apreciar una larga y majestuosa onda proveniente del Pacífico. Esta al llegar al Cabo de Hornos se va descomponiendo en olas m s cortas y a veces con rompiente dado el gran cambio de profundidad.

A esta onda se le debe agregar las olas producidas por el viento y las tormentas. El mar se puede llegar a convertir en «caótico» cuando a esto le sumamos la ola que se produce al rebotar la onda contra tierra y tomar una dirección casi opuesta.

Lo cierto es que nosotros vimos majestuosas ondas de mar, muy altas, me resultaría difícil calcular su altura dado que la distancia entre onda y onda era grande (unos 100 a 150 metros). Pero que evidentemente deben ser un verdadero problema para los grandes buques y no para nosotros que las subíamos y bajábamos como si fuéramos una gaviota descansando en el mar. Daba la sensación de estar en un paisaje serrano, dado que desde la cresta de una onda se veía el valle hasta la otra onda y además varias otras con sus extendidos y pronunciados valles entre ellas. En ningún mar del mundo llegué‚ a apreciar semejante espectáculo. Fue algo sublime. Si hablamos de altura es posible que hayan pasado tranquilamente los 12 o 14 metros pero atención: no hablo de ola rompiente tipo Hawai para hacer surf. Sino de algo plácido y emocionante.

En los momentos de tormenta pasamos olas de unos 5 a 6 metros de altura que estaban sobre estas ondas. Esas eran las reales olas que nos daban rociones y nos sacudían bastante.

Hacia las Shetland del Sur  este oleaje cambia dado que la corriente proviene de la Península Antártica. En el Mar de la Flota (entre las Shetland y la Península), si bien todavía se tiene el clima del Drake, las olas son cortas y la onda es chica.

Por el contrario hacia el Cabo de Hornos o la isla de los Estados el mar es bastante caótico como consecuencia del rebote de la onda del Pacífico contra tierra, como ya comentáramos, agravado por las tempestades y fuertes corrientes.

Barómetro interno.

Pero todo esto no sería nada para un navegante cualquiera si no fuera que por lo general el sol brilla por su ausencia. Cada vez que apareció fue una verdadera fiesta. Creo que me expreso mal dado que solo apareció 4 horas durante los 6 días que demoramos en el cruce del pasaje al regreso y a la ida lo hizo durante casi m s de 10 horas.

Bien nos había asesorado Don Pedro Margalot, un gran experto en estos mares australes, que el mayor desasosiego lo produce el eterno gris del cielo y el plomizo gris del mar. Al aparecer el sol, todo toma otro aspecto. El azul del cielo se convertía en celeste blanquecino hacia el horizonte donde contrastaba con el profundo azul marino del mar. Inmediatamente el barómetro interno de los tripulantes cambiaba con este colorido. Coincidió, en ambos casos, con un descenso en la intensidad del viento y por ende un mar mas sereno, pero creo que podría haber seguido soplando con todo que el resultado hubiese sido el mismo: rostros felices y mejoramiento general de las dolencias y el humor.

Por supuesto que no es como para sacar a secar los trapitos al viento pero si se puede salir a tomar algo de sol al reparo de la carroza.

El tema de la temperatura es algo importante. No tuvimos en ninguno de los cruces marcas muy bajas. En el interior del barco nunca bajó los 10 grados siendo la externa siempre sobre cero. Usualmente manteníamos una temperatura de 17 a 20 grados aunque hubo un par de días que dada el agua con barro que nos vendieron con algo de Gas Oil, en la planta Orión de Ushuaia, nos quedamos sin estufas. Hubo que esperar a que calmara un poco y haciendo decantar el barro cargamos Gas Oil sin agua en el tanque que alimenta a las estufas. Por suerte Jorge había llevado bidones con combustible filtrado que nos sacaron de m s de un apuro.

También vale la pena aclarar que en ambos cruces nunca fue necesario timonear en el cockpit. S¡ lo hicimos un par de veces fue por placer. No sucedió lo mismo en la península cuando esquivábamos hielos o entrando a puertos dado que se tenía mejor maniobrabilidad con la rueda grande además de mejor visión.

Del diario de a bordo.              

A veces es increíble lo que uno va escribiendo sin darse cuenta. En el momento pueden parecer notas inconexas, pero después todas van manteniendo un sentido, a veces, terrorífico.

Jueves 13-01-94. «…4,30 horas Nos faltan solo 394 millas para la isla Smith. Me relevan Jorge y Marcos.

        12,55  Nadie almorzó, preparé papas hervidas y ensalada de repollo como para que la cosa se mantenga dentro del estomago pero soy el único que almuerza. Dejo para alguien m s pero todos están medio muertos. Me tomo unos vinos mientras escucho a Pavarotti y Frank Sinatra, que viejazo. Estoy disfrutando con todo.

          La ola caótica se fue arreglando. Hay onda del Pacífico pero además olas de viento y los insólitos rebotes.

         A veces parecen pozos, zanjas o pequeñas colinas. Vamos a motor acompañados por los famosos Albatros del Cabo. Son majestuosos.      

         15,33 aparecen 2 delfines cruzados. Escucho Pueblo Blanco y Barquito de papel. Me acuerdo de Don Pedro Soto, un gran navegante que me enseño mucho, no tanto a navegar pero sí como persona. En especial cuando escrib¡ sus memorias. Lamentablemente sus hijos no tomaron la voluntad de publicarlas. El quería que su libro se llame justo como esta canción. Según él así era la vida…».

» Viernes 14-01-94 … No me gusta lo que pasa , va ser el 2º día que no comen salvo Daniel. A las 1400 h. arriamos la vela mesana totalmente rifada con viento de 35 nudos y olas de 4 metros. No hay otra. Nos quedamos sin mesana. El rumbo que llevamos es Este / Sudeste. Animo por el piso, por lo menos el mío. Me quedé sin cámara de video , una ola le pasó por encima y arruinó una de fotos.»                  

«Todo mojado, entra agua por traga cadenas y tambuchos. Las estufas no funcionan por la escora. A las 1630 se traba la rueda del timón. El sector tenía un pedazo de madera que Jorge retira. Hablamos con el Croix St. Paul, el rompió la mayor. Allex esta capeando. Pienso mucho en Cecilia…»

Sábado 15-01-94 «Duermo en el piso de la cocina dado que dos cuchetas están mojadas. Hoy desayunan todos, un buen síntoma. Viento Sur, frío, apareció el sol. Temperatura interna 16º C, afuera 5º C agua a 3º C. No vamos a tener problema con las verduras que van en proa sin calefacción.»

1300 h. Pronóstico de Prefectura. Cualquier pavada, se lo debe haber pasado el enemigo o es del Río de la Plata. Dice que tenemos temporal del SW cuando navegamos con viento Noroeste y sol. Hoy a Jorge le toca jugar de mecánico. Le llevó m s de 2 horas cambiar todos los filtros de Gas Oil, decantar el agua y barro, purgar el motor y un largo etc‚tera: GRACIAS planta Orión de Ushuaia, porque desde hace décadas se encargan de vender agua y barro con algo de Gas Oil.»

Domingo: 16-01-94 «Todo va mejor. Viento m s calmo y menos oleaje permite una mayor velocidad. La gente se fue amarinando salvo «Gato» que sigue en la cucheta. Le damos de tomar el almíbar de las latas de durazno que tolera bien, a falta de suero. Nos acompañan albatros, petreles y dameros. Marcos trata de fotografiarlos. Disfruto plenamente todo, que bien la pasamos, como deben haber padecido cuando en el siglo pasado cruzaban sin saber a donde iban. Que coraje, sería como salir con un cohete a pasear por Marte. Claro sin tecnolog¡a y peor a£n sin saber que esta Marte ahí. «

 

Lunes: 17-01-94 «Con Marcos avistamos Petrel de las Tormentas. Es increíble que un simple pájaro nos alegre la existencia. Anoche dormí en la Dinette, resto mojado. Viento suave (25nudos) nos permite un rumbo casi directo. Poco oleaje nos permite lavado de cockpit, cabos y velas vomitadas. A las 1100 h. Marcos avista un Petrel de las nieves (todo blanco). Frío. Las estufas siguen sin andar. Todos comen salvo «Gato» que se defiende con almíbar. Aunque hizo su primer comida: Capellitini con cerveza, todo fue a parar al balde. Jorge se divierte jugando al mecánico y arregla las estufas: nuevamente más agua en los tanques de Gas Oil. Ya cerca de la isla Smith el viento se va a popa y con yankee y trinquetilla nos acercamos rápidamente al Mar de la Flota. Mar calmo. Falta poco para ver tierra.»

 

Martes: 18-01-94 «0045 Nublado, neblinas, mar calmo, viento 7 nudos, llovizna, oscuro, avistamos tierra gracias al radar. Isla Snow e isla Smith a 16 millas. Brindis con Pisco y Whisky. A las 0300 hs Daniel pasa entre las islas. Nos avisa y vamos hacia Decepción. Se acabó el Drake.»

Sin  ánimo de extender mucho el relato creo que estas líneas extraídas directamente del diario da una idea de como se sucedieron los días. Es un poco lo que se vivió en general desde un punto de vista muy subjetivo. En realidad nadie podría contar todo el viaje, mientras que uno duerme o esta en otra, van sucediendo cosas que ni se entera.

Las Shetland del Sur: Isla Decepción.     

Ya en el Mar de la Flota todo cambió. Un mar con ondas de un metro nos llevaba en popa hacia la isla Decepción. «Gato» se levantó y comenzó a reponerse rápidamente. Todo nublado y con neblina la navegación fue por radar hasta casi llegar a tierra. Recién a esta altura vimos el primer iceberg aunque no era muy grande. Cuando se avista el primero hay que estar atentos porque de allí en m s van a seguir apareciendo.

Unas millas antes el viento comenzó a disipar nubes que a modo de un gigantesco telón descubrió montañas y glaciares. Los fuelles de Neptuno, así llaman la entrada al volcán por el sonido que hace al pasar el viento, se aparecieron en proa e ingresamos a la isla. Este gran volcán en actividad es uno de los puntos que toca toda excursión a la Antártida desde que existe este Continente para la humanidad. Buen puerto, con capacidad suficiente para cientos de buques, posee un microclima envidiable. La peor de las tormentas es aquí un simple ventarrón.

Desde el siglo pasado fue un lugar ideal de recalada a las flotas de balleneros y loberos que se instalaron en «Caleta Balleneros» con tres importantes factorías. Una de ellas, «Hecktor», pertenecía a la importante empresa «N. Bugge Hecktor Whailing Cia.». Restos de estas instalaciones y de la base inglesa  abandonada («Biscoe House») se pueden visitar. También lo que queda del cementerio, luego de la última erupción, con la tumba del noruego «Tommerm Hans A. Culliksen (1/4/1871-4/1/1928)» que fue a morir bastante lejos de su patria. Cerca un hangar y los restos de un avión monomotor, de ala alta, pintado de naranja y la correspondiente pista de aterrizaje de unos 700 metros de largo por 12 de ancho. Esta fue la primer pista que existió en la Antártida y por muchos años la única. Ahora contamos con la chilena construida en la Base March, la argentina en Marambio y una francesa.

Hoy la naturaleza se esta adecuando nuevamente del lugar y en donde existió un deposito de toneles para envasar aceite de lobo marino se asentó una lobería de los casi extinguidos lobos de dos pelos antárticos.

Voces femeninas.

Pero una de las sorpresas m s agradables fue cuando desde el barco lanzamos por VHF, en canal 16, una llamada para ver si alguien nos contestaba.

Sorprendidos escuchamos una delicada voz femenina que nos daba la bienvenida al crater del volc n, anunciando que se trataba del personal cient¡fico del Destacamento Decepci¢n. Luego apareció una gruesa voz masculina, con el inconfundible acento español, que nos invitaba a pasar por la base Gabriel de Castilla, española para más datos.

Así pasamos un par de días recorriendo la isla, las bases y tomando distintos vinos españoles, brandys y excelentes comidas. El jefe de la base Decepción, Teniente de Navío Marcelo Primo , resultó un viejo conocido mío que nos acompañó a la isla de los Estados y otros periplos años antes. El reencuentro en la Antartida hizo que todo parezca irreal, cosa que lo era dado que nos habían asegurado que la base estaba cerrada. En cambio nos encontramos con 13 militares y un grupo de científicos (geólogos-vulcanólogos a la espera que el volcán explote, algo insólito pero cierto) con un invitado italiano y todo: Franco de Florencia. Este además de los estudios pertinentes, se dedicó a enseñar italiano a los demás, aunque no me animo a reproducir en este relato las brutalidades que enseñó. Presenciar como los muchachos gritaban a unísono, mientras pintaban techo y paredes de la base, insultos, cantitos y una gama muy amplia de obscenidades mientras el los dirigía, cual director de orquesta, corrigiendo la pronunciación, e induciendo a que continúen, mientras nos dirigíamos a una inspección científica de rutina, superó cualquier imaginación.

Por supuesto que no faltó la clásica visita a la gran colonia de pingüinos de barbijo ni así tampoco el baño en las calientes aguas de la bahía ante la atónita mirada de los pingüinos. La temperatura a pocos centímetros de la tierra llega a 70º C, en Bahía Péndulo.

Turismo versus Ecología? 

Durante nuestra corta estadía ingresaron un par de veleros con turistas y varios buques. Primero el Bremen con 88 turistas, luego el Marco Polo con 457 turistas a bordo y a las 10 hizo ingreso el Explorer que se quedó en Caleta Balleneros.

Turismo o no turismo?. Prohibir no se puede, pero cómo manejarlo para que no produzca un impacto desfavorable en el frágil ecosistema que impera en este continente. Ya bastante negativa fue la acción humana. La naturaleza se recupera lentamente pero qué hacer ante 457 turistas que bajan a visitar una pingüinera. No es el caso decir que están en extinción, dado que cada v‚z hay m s según los estudios científicos, pero si es cierto que si visitan una colonia cuando están empollando es muy factible que abandonen el nido con el consiguiente desastre ecológico.

Pero que pasa con los viajes programados en avión. Esto significa pistas de aterrizaje, construcciones a tal fin además de hoteles y todo lo que luego implica mantener un hotel con gente ocupándolo. No es mejor un buque con guías especializados que expliquen y hagan observar un mínimo de normas?. Otros propulsan la visita en veleros: el impacto es tan pequeño que no puede afectar. En realidad a nosotros nos venían a ver las ballenas, orcas, delfines, pingüinos, albatros, skuas, focas y cuanto animal apareciera cerca. Creo que nosotros éramos una atracción para ellos y no a la inversa.