ENFERMEDADES

A BORDO

SANIDAD DE BORDO A COMIENZOS DEL 1800

Durante los primeros siglos de navegación la mayoría de las muertes abordo eran por casos de accidentes y enfermedad. En sí los buques de la Armada Española el cirujano no era mas que un simple arregla huesos que sabía donde amputar una pierna o un brazo y parar las hemorragias. En sí se parecía mas a un carnicero despostador que a un cirujano. 

En cuanto a enfermedades, si ya de por sí en tierra era todo un misterio, a bordo era todavía peor. Demandó siglos hasta saber la causa del escorbuto y como cambatirlo. James Cook que nunca tuvo un enfermo de escorbuto mantuvo bajo secreto de estado cómo lo dominó gracias al jugo de lima. Fue un secreto clave para los viajes de descubrimiento. Fue uno de sus mayores descubrimientos además de haber navegado alrededor del continente antártico estableciendo que no existía ninguna unión con otro continente.
Para comprender mejor la época vamos a tomar como base el análisis realizado por Rodolfo R. Poletti Formoso sobre la expedición del Beagle al extremo sur de América durante los años 1826 a 1830.
En este viaje cada buque contaba entre la tripulación con un «Cirujano» y un «Ayudante cirujano».
Pensemos que una fractura, expuesta o no, podía terminar con la amputación. Desde 1745 funcionaba el «Royal College of Surgeons»; se había logrado separar a los cirujanos y los barberos cirujanos. A bordo del «Beagle» estaba el ayudante Bynoe ocupó el cargo durante 5 años de campaña. 

EL ESCORBUTO 

Continuaremos con el análisis que hace el Cap. de Navío Rodolfo R. Poletti del libro de Fitz Roy «Narrative of surveying voyages of His Majesty´s Ships Adventure and Beagle describing their examination of the southern shores of South America and the Beagle´s circumnavigation of the globe». Esta enfermedad, conocida antiguamente como «peste de mar», tiene por causa la carencia de vitamina C (ácido ascórbico) en el organismo, a consecuencia de una dieta que no la contiene. El escorbuto asoló a la tripulación de la «Adventure» (del capitán King) y en mucho menor grado (gracias al ejercicio de una eficaz medicina preventiva) a la de la «Beagle», comandada por Stokes.
Ya en 1720 un médico llamado Kramer escribió: «…si se pueden obtener verduras frescas, si se dispone de naranjas, limones, o su pulpa o jugo, y se administran dosis de 3 a 4 onzas de jugo (85 a 110 g) no hace falta otra cosa para curar esa terrible enfermedad».
En 1804 el Almirantazgo hizo obligatoria la provisión diaria de una ración de jugo de lima (citrus aurantifolia) a cada tripulante de los buques de Marina Real, con lo cual se consiguió paulatinamente la eliminación definitiva de ese flagelo.
En varios textos de libros del 800 vemos como con gran ignorancia daban las causas y a veces esbozaban los reales motivos pero que no sabían como sustentarlos. También explicaban como eran los síntomas y el tratamiento adecuado.
«Reconoce por causa una asimilación insuficiente, cualesquiera que sean el medio y las condiciones en que se desarrolla, o el hacinamiento asociado a una persistencia de las pérdidas desasimilatrices bajo la influencia de un trabajo continuo». También afirmaban: «No tiene causa específica ni es contagiosa. La humedad fría es su principal causa predisponente; …de aquí su aparición repentina en pos de las grandes tempestades en alta mar…» «La ociosidad voluntaria o forzada; el exceso de trabajo, la depresión moral, la nostalgia, son causas auxiliares». «La mayoría entiende que la falta de vegetales frescos es la causa casi única de la enfermedad, lo mismo en tierra que en el mar.»
Síntomas: «…hacia el mes de navegación se observa en toda la tripulación una pereza no acostumbrada; las facciones ofrecen un color amarillento característico…» «Poco después, los que presentan este aspecto… permanecen acostados, con una laxitud extraordinaria, postración invencible, …los dientes caen; se presentan después dolores articulares, insoportables… hemorragias de tal o cual mucosa, que pueden causar la muerte…. úlceras que se extienden con rapidez; caída de los pelos,… suele haber depresión moral, desesperación, nostalgia, tendencia al suicidio, disgusto profundo, repugnancia hacia los alimentos.»
Tratamiento: «…será casi siempre higiénico: un buen régimen, un aire puro, el ejercicio, el paso de una temperatura fría y húmeda a otra caliente y seca…, debiendo recurrirse además a los tópicos, los amargos y en particular los antiescorbúticos (genciana, quinina). Son recomendables todos los vegetales frescos y especialmente las patatas, las frutas ácidas, el zumo de limón o de lima, cuyo uso es reglamentario en Inglaterra y Francia.»
Vale la pena reproducir el siguiente tratamiento «heroico» , como llama Don Poletti. Fue aplicado durante el largo y accidentado crucero de Bouchard en la fragata «La Argentina» (1817), al cabo de la travesía desde Madagascar hasta la Isla Nueva, en Java: «El escorbuto invadió las tripulaciones e hizo estragos en aquellas vidas dedicadas a tan noble causa. Hubo días de contar ochenta y cuatro enfermos, de los cuales más de la mitad encontraron sepultura en aquellas aguas, A los ocho días de permanencia en la isla no decrecía la enfermedad; y fue entonces que mandó al cirujano de la expedición el extraordinario procedimiento de enterrar vivos a los atacados, en pozos de cuatro pies de profundidad cubriéndolos de tierra hasta el pescuezo.» Del resultado de tal tratamiento solamente consigna Bouchard en sus partes «que los pasados del mal murieron a la hora de estar en aquella posición, y los demás mejoraron, repitiéndose aquella operación muchas veces.» (De Campañas Navales de la República Argentina Vol II.).
El capitán King menciona que «… una especie de apio silvestre … nos resultaría valioso como antiescorbútico».(Tomo 1 pág. 39)»La crudeza del tiempo trajo la más desagradable consecuencia. Hizo su aparición el escorbuto y tomó incremento…» «La monotonía de sus ocupaciones, el aspecto glacial y el sombrío de la región y la rudeza del clima, todo contribuía a aumentar el número de enfermos, así como los síntomas desfavorables de su enfermedad». (Tomo 1 pág.181)
«La lista de enfermos, especialmente los de escorbuto, aumentó tanto con este tiempo húmedo y rudo, que me decidí a enviar la «Adelaide»… con el fin de procurare… una provisión de carne fresca…» (Tomo 1 pág. 187)
Entre las precauciones que tomó: «suministro abundante de provisiones frescas, pan hecho a bordo, escabeches, arándanos, gran cantidad de apio silvestre, carne y sopas conservadas; cubiertas siempre oreadas, secas y calientes. Pero todo había resultado infructuoso». (Tomo 1 pg.187)
En efecto, días después consigna: «…se anotaron tres casos nuevos de escorbuto, con lo que nuestra lista de enfermos aumentó a catorce».
King confía en que con la carne fresca de guanaco, «…nuestros enfermos por lo menos los de escorbuto, se repondrían…» Sin embargo «…todo resultó vano, la lista aumenta…» (Tomo Y- pág. 188/190) aunque luego afirma que «la oportuna provisión de carne de guanaco había contenido sin duda el escorbuto, pues no hubo casos nuevos que agregar a la lista de enfermos, que llegaba a veinte». (Tomo 1- pág. 229)
Al llegar a Montevideo cuenta con la ayuda de un tal Juanico que «…nos proveyó abundantemente de naranjas amargas…» «El amplio consumo de esta fruta bastó para producir un rápido cambio en la salud de los enfermos de escorbuto, y a la semana todo el mundo estaba en su puesto». (Tomo 1 pág. 231)
El martes 7 de abril de 1829 (Tomo II pág.272) anota en su diario haber enviado varios tripulantes para «recoger arándanos y conservarlos para consumo futuro. Son antiescorbúticos, lo mismo que el apio silvestre, del que se hizo mucho uso en la sopa de guanaco».
El Capitán Stokes comenta «…afortunadamente abundaban (almejas y mejillones), útiles para alejar los síntomas del escorbuto». (Tomo 1 pág. 224). 

ENFERMEDADES NERVIOSAS 

Como veremos los oficiales y también los tripulantes solían padecer de depresión y trastornos nerviosos. Así es como sucedió con 2 de los tripulantes de Luis Piedra Buena cuando naufraga o la estadía de Magallanes en San Julián donde varios marineros se tiran por la borda.
En este caso en particular Don Poletti analiza lo sucedido con el Capitán Stokes cuyo desenlace es el suicidio en un lugar cercano a Puerto Hambre, en el Estrecho.
A este Capitán el Almirantazgo le encomendó misiones particularmente difíciles por su extensión y por el ambiente hostil en que deben efectuarse. Al regresar de la extenuante campaña a la boca occidental del Estrecho de Magallanes, acude sin vacilar a recoger los náufragos del lobero «Prince of Saxe – Cobourg». El espectáculo de esa «goleta destrozada y con grandes rumbos», sus propias dificultades y las penurias sufridas por los rescatados, debieron herir profundamente su espíritu. Las miserias sin cuento de la Segunda Campaña, levantando la accidentada costa occidental chilena, con casi el 70 por ciento de la tripulación enferma «…y durante las peores condiciones de tiempo», sellaron su trágico destino. Como lo expresa el Capitán King (Tomo 1 pág. 225), presumiblemente por boca del teniente Skyring, al dejar Puerto Otway «… el Capitán Stokes comenzó a mostrar síntomas de una enfermedad originada evidentemente por el terrible estado de ansiedad en que se había encontrado durante el levantamiento del Golfo de Peñas. Se encerró en su camarote, en completo abandono, indiferente a todo; y luego de entrar en el Estrecho…se demoró en diversos puntos sin razón aparente alguna…»
King lo entrevista en la «Beagle», y lo encuentra «…muy enfermo al parecer, y muy caído de espíritu. Se manifestó muy angustiado por las penalidades que habían sufrido los oficiales y la tripulación; y me alarmó el tono abatido de su conversación» (Tomo 1 pág.188). Después de esa conversación, King expresa: «…en mi mente tomó cuerpo la idea de que no estaba del todo en sus cabales». (Tomo 1 pág.190) Prosigue King: «… fue debido a una insinuación que se me hizo, que pedí a Tarn (médico de la «Adventure») que se entrevistara con Bynoe (médico de la «Beagle») y me informaran si la saluda del Capitán Stokes estaba suficientemente restaurada como para permitirle iniciar un nuevo crucero».
Cuando ambos médicos, tras de revisar a Stokes, preparaban su informe «…que era según lo supe luego, muy desfavorable…», King se entera de que Stokes «…en un momento de desesperación, se había disparado un tiro». (Tomo 1. pág.191)
Murió doce días más tarde, el 12 de agosto de 1828, y fue «…sepultado en nuestro camposanto, con los honores debidos a su grado…» (Tomo 1-191)
En realidad no era común que un capitán se suicide. Es real que han padecido enfermedades nerviosas de distintas índole y un poco difícil de determinar a la distancia, como el Capitán Blight del «Bounty». 

ENFERMEDADES DERIVADAS DE LA HUMEDAD Y EL FRIO

El Capitán Stokes escribe (Tomo 1 pág. 225) «Los efectos de este tiempo húmedo y afligente… se hicieron por demás visibles en la lista de los enfermos, figurando en ella muchos pacientes con catarro, pulmonía y reumatismo». En un caos dispuso que «…se diera a cada hombre lona para un saco y pantalones, que se pintarían en la primera oportunidad, como abrigo contra la lluvia y mojaduras». (Tomo I pág 222). Esta medida fue imitada, años después, por Fitz Roy, tal como lo señalamos más adelante. A requerimiento de éste, el médico de a bordo le informa que «…consecuencia de lo muy expuesta que había estado la tripulación… su salud había quedado muy seriamente afectada, principalmente de dolencias pulmonares, catarrales y reumáticas…»; (Tomo 1 pg. 224). En consecuencia, la «Beagle» pasa a invernar durante 14 días. Como lo dice Stokes: «…mandé arriar masteleros y vergas y el barco se entoldó con velas. Se tomaron precauciones para evitar que la gente se expusiera a la intemperie…» (id.)
Refiriéndose a la «Adventure» y a la «Beagle», dice King (Tomo I pág.229): la «Beagle» no tenía tantos enfermos, pero durante el último crucero había sumado hasta 40 enfermos, principalmente pulmonares, y algunos se hallaban todavía en tratamiento.»
Fitz Roy adoptó medidas especiales para evitar el alto porcentaje de enfermos sufrido por Stokes. En el Tomo II pág. 283 escribe: «Durante el tiempo húmedo de estas regiones nos resultaron muy benéficos los toldos que al efecto habíamos pintado en Río de Janeiro y Maldonado; mantenían completamente secas la cubierta baja y gran parte de la superior, aún con fuerte lluvia». Más adelante insiste: «Cada individuo llevaba sus ropas cubiertas con paño de velas o lona, bien pintada; y en vez de sombrero, un «sueste» (como gorra de carbonero)». Se trata de un sombrero usado antiguamente en la marina que tiene ala y la parte posterior tapa la nuca haciendo deslizar el agua por la capa o el encerado (saco impermeabilizado con cera o pintura).
Luego destaca (Tomo II pág.285): «Cada oficial y tripulante que debía pasar la noche fuera de la «Beagle» llevaba una manta o poncho grande (cosido en forma de bolsa, y con una tira de jareta), que servía para dormir cómodo y muy abrigado». En las fases finales de la Expedición, Fitz Roy reconoce un alarmante porcentaje de enfermos: «Durante la última parte de nuestra estada en Seno Navidad, y hasta el presente nuestra lista de enfermos había sido considerable, razón por la cual no me disgustaba estar en surgidero seguro y restaurara su salud. Las dolencias principales han sido resfríos y reumatismos, debidos al viento helado y a la gran humedad. Esta ha sido la única vez, desde la salida de la «Beagle» de Río de Janeiro, que la lista de enfermos ha merecido tenerse en cuenta». (Tomo II págs. 532 y 533). 

OTRAS ENFERMEDADES 

Stokes registra que el sargento I. M. Lindsay: «En los últimos días había sufrido de inflamación a los intestinos, mal que concluyó por cortar su existencia.» (Tomo 1 pg. 219). El Sr.Skyring anota que «… tuvimos la desgracia de perder a Mr. Alexander Millar, a consecuencia de una grave inflamación de los intestinos que se lo llevó después de sólo tres días «.
En el Tomo 1 pág. 155, el Sr. King al reunirse con la «Beagle», se entera «…del deceso del teniente Robert H. Sholl, después de diez días de enfermedad.»
Skyring registra (Tomo II-419): «Desde principios de enero me vi confinado en la cama, de un mal tedioso y obstinado». Robert Fitz Roy lo atribuye a «…la fatiga y de estará mucho tiempo sentado mientras trazaba las cartas.» (Tomo II pág. 418); como tantas dolencias que se atribuían a la única explicación visible que podían encontrar.