ISLOTES DEL CANAL ERRERA

ISLA CUVERVILLE

Cerca de la isla Cuverville (entre la península Arctowski y el norte de la isla Rongé) hay islotes y morenas que producen bajos fondos muy peligrosos. En esta ocasión chocamos uno de ellos por ir inspeccionando islote por islote. Detrás nuestro, a un par de millas y por aguas seguras, navegaba el Ice Lady Patagonia mientras explorábamos.

Podemos ver en las fotos el bote en cuestión y las amarras de cadena y cable triple. Están cortados, no sabremos nunca lo que sucedió. Pero nosotros rompimos la pata del motor fuera de borda con el choque a la morena.

Es interesante como redactaron esta parte de la exploración por la península antártica. http://www.museomaritimo.com/MA/rastros.php

Las bases balleneras. Por Sebastián Benedetti

Vairo describe con entusiasmo los puertos explorados. “Algunos tenían todas las características que se necesitan para el faenamiento de ballenas, es decir, algún islote dentro del puerto para poder amarrarse a tierra firmemente con cadenas y cables. También para utilizar ese islote como base momentánea”. La expedición dio con el protegido puerto Orne Harbour, que se usó desde 1912 y servía como punto de reunión para los buques de las viejas expediciones. Orne Harbour se caracteriza por un punto notable: el imponente Nunatak Negro, un cerro de unos doscientos metros de altura que cae a pique y nunca acumula nieve. “Es como un gran semáforo en este continente blanco”, dice Vairo. Y lo explica en forma inmejorable: “Ésos eran hombres con mayúsculas. Sólo pensar que navegaban por referencias, sin cartas náuticas ni instrumentales, y no se perdían, es increíble. Toda una expedición podía encontrar en el Nunatak Negro un buen punto de reunión. Cruzaban el mundo y se internaban en la Antártida con breves referencias. Con sólo decir: “Andá por el Estrecho de Gerlache y llegá hasta el Nunatak y esperanos en ese puerto”, o “andá seis millas más al sur hasta la pequeña isla donde encontrarás amarras”. Sería como ir a la Luna y que te digan: “Cuando veas un cráter ovalado, esperanos que en unos días llegamos”.
Y esos puertos depararon sorpresas, hallazgos que no estaban en los planes. “En la isla Cuverville –en realidad, en unos islotes sin nombre entre Cuverville y la isla Ronge- encontramos un bote de cinco metros de eslora, típica construcción rudimentaria de la época, cadenas rodeando grandes rocas y un grueso cable triple cortado”, cuenta Vairo. La sorpresa está en que ese sitio comenzó a ser visitado por las excursiones de botes para avistar ballenas Minke, que suelen verse durante el verano. Pero pasan cerca sin saber qué hay en tierra. Los buques esquivan el lugar por las rocas y bajos fondos, los mismos que les daban protección para el trabajo a los antiguos visitantes antárticos. Las cartas náuticas no dan datos de esos sitios, o dicen someramente: “Lugares no estudiados”.
Para Vairo, “hallar amarras y botes era inesperado. Estos hallazgos no hacen más que corroborar datos que dejan de ser una leyenda para convertirse en realidad. De los balleneros se conoce mucho, pero sólo por referencias. Ninguno de ellos escribió sus memorias, ni llevó un diario, y mucho menos editaron un libro. Con este viaje hemos visitado casi todos los puntos más importantes de la Península Antártica utilizados por balleneros. Quedan dos, pero con referencias de ubicación muy vagas, tal vez porque los balleneros no querían dar a conocer su posición o porque fueron utilizados en pocas oportunidades”. Vairo planea hacer otros tres viajes a la Antártica, a las islas Orcadas y a algún punto en especial de la península, para entonces si dar por finalizada su tarea de redescubrimiento del pasado del continente blanco.

El clima

En la novela El mundo sumergido, escrita en 1962 por el inglés J. G. Ballard, los cambios climáticos provocaban el derretimiento de los polos y el consecuente aumento del nivel de las aguas y el calentamiento global. Es evidente que muchos de esos cambios ya se están produciendo. El objetivo de una parte del equipo del Ice Lady Patagonia fue el estudio de las consecuencias del cambio climático en la Antártica, un tema de importancia fundamental para el futuro de la humanidad, puesto que este continente atesora las mayores reservas de agua del planeta.
Recién ahora se comienza a procesar los datos y muestras recogidas, pero Carlos Vairo cierra la charla adelantando conclusiones evidentes, y las fotografías lo avalan: “Puedo afirmar y demostrar que islas con depósitos de toneles, carboneras, botes salvavidas que estaban cubiertos por nieve y hielo, hoy se hallan totalmente descubiertos, y los botes colapsados por el secado de la madera al igual que los toneles. Eso quiere decir que estos lugares elegidos por los balleneros a comienzos del siglo XX fueron tapados por sucesivas nevadas y se descongelaron. Ahora bien, el congelamiento fue posterior, y hoy quedaron nuevamente al descubierto. ¿Es un ciclo o estamos ante los síntomas del calentamiento global? Son interrogantes que deben develar los científicos, pero año tras año se ven las diferencias, y yo veo las consecuencias palpables.”

El hombre del fin del mundo

Carlos Vairo llegó a Ushuaia en el invierno de 1983, cuando no tenía todavía treinta años. Ya era licenciado en Administración de Empresas y pisaba suelo fueguino para hacer un cursillo de radar. Conoció en ese viaje a algunos navegantes: recorrió Tierra del Fuego y lo intrigó la poca tradición marítima de un lugar tan marítimo. Era tierra de yámanas, y casi no quedaba nadie de ese pueblo salvo en Puerto Williams, Chile. Y hacia allí fue Vairo. Luego de ese primer paso, se dedicó de lleno a la etnografía marina, estuvo en el Mediterráneo, vivió en Roskilde (Dinamarca) y en Oslo (Noruega). Allí estudió con el gran Thor Eyerdahl y se dedicó a la reconstrucción de barcos vikingos. Pero su cabeza, dice hoy, seguía estando en Ushuaia. Volvió en 1987, se asentó y comenzó a investigar la zona: el Cabo de Hornos, la Isla de los Estados y el Faro del Fin del Mundo. Indagó sobre el naufragio de Piedrabuena, que luego halló en Bahía Franklin. Todo fue conformando la historia regional de rutas, naufragios e islas que dieron pie a la base del Museo Marítimo de Ushuaia, hoy dirigido por Vairo. En su camino de investigador escribió doce libros, varios artículos y guiones de documentales. Durante el verano boreal, muda sus investigaciones al exterior: el año pasado estuvo en el reino de Tonga, en el Pacífico, antes en Egipto, Turquía y Croacia, y este año viajará a Tailandia para estudiar viejas embarcaciones a vela.

(*) Extraído del Diario La Voz del Interior, sección revista Rumbos 29-04-07