PUERTO COOK

Del lado norte de la isla, está separado de puerto Vancouver, del lado Sur, solo por un estrecho istmo que tiene 500 metros de ancho. Si bien la distancia es corta, el paso se hace pesado por los turbales que hay en él. Tiempo atrás este istmo fue utilizado por los  cazadores de lobos marinos para llevar sus botes de un lado al otro de la isla. De esta forma podían dejar el buque en aguas seguras y con botes más pequeños arriesgarse a las roquerías donde estaban los lobos marinos. La llamaban la «Avenida de los botes» y, para no hundirse en el turbal y hacer deslizar los botes, formaron un camino con troncos (llamado «corderoy», como la tela). Al borde de un arroyo de agua potable encontramos los restos de la famosa Casilla de Eyroa; en realidad a unos 200 metros de Vancouver. Esta fue hecha construir por Don Luis Piedra Buena y además de refugio para sus hombres era utilizada por los náufragos mientras trataban de llegar a San Juan de Salvamento, o esperaban que alguien pasara por la zona. Hasta 1960 fue mantenida con alimentos.

En Puerto Cook estuvo el Presidio Militar que fuera trasladado de San Juan de Salvamento en 1899 por razones humanitarias. De él nos queda este cementerio, inaugurado en enero de 1900, que además de presos tiene las tumbas de muchos náufragos que fueron encontrados en las inmediaciones como los del «Ana de Hamburgo«.

La construcción en material son los casi únicos restos del Presidio Militar que funcionó en Puerto Cook entre los años 1899 y 1902. Aparentemente se trataba de la comisaría del lugar dado que el resto de los edificios eran de madera y chapa acanalada que fueron luego trasladados a Bahía Golondrina en Ushuaia. Otro vestigio de estas construcciones son los palos clavados en la playa por donde pasaba una pasarela.

En el momento del cierre y traslado de los presos a Ushuaia, se produjo un violento motín que dividió a los presos en tres grupos. Los que no querían amotinarse, los violentos que asesinaban y los que estaban en contra. La búsqueda demandó varios meses hasta que se encontraron a todos los hombres. La mayoría se entregó voluntariamente, pero hubo un grupo que logró cruzar el estrecho de Le Maire y se los encontró deambulando por la costa. Fueron trasladados a Buenos Aires donde se los juzgó y los cabecillas fueron sentenciados a la pena de muerte. El resto regresó a Ushuaia.

Aunque el Presidio funcionó solo dos años el lugar siguió ocupado por cazadores de lobos y hasta hubo una carbonera.

PUERTO COOK. Isla de los Estados.

La construcción de piedras y ladrillos que vemos en la foto fue ocupada por varios años por Felipe Zucarelli. Conocido como el Gobernador se quedó, en 1903, a cargo de una carbonera que tenía una empresa cazadora de lobos marinos. Así daba cuenta una nota aparecida en Caras y Carteas de 1909. Vivía solo, con cinco perros, y se alimentaba con lo que le dejaban los buques de la Armada Argentina y de lo que podía cazar.

Esta construcción no tiene nada que ver con la “Casilla de Eyroa” (o de Piedra Buena) que queda sobre puerto Vancouver.

Los ladrillos son de la fábrica Otamendi de Punta Arenas. Fue construida cuando se trasladó el Presidio Militar.

EN LA ISLA DE LOS ESTADOS – UN GOBERNADOR

Los vericuetos fueguinos, los canales acantilados en que se ve la corteza del mundo fue hecha en tajadas que asoman donde el bosque de fagus deja un claro, la nieve con que los montes parecen soportar inmensa cantidad de azúcar o harina derramada sobre sus cumbres en cuyas faldas las cavernas remedan “bocas por donde  bostezan los montes” su majestuosa soledad, peñascos que acechan quillas casi a flor de agua, todo quedó atrás y el barco entrando a Puerto Kuck echó anclas a la voz de ¡fondo! dada por el capitán. Luego, el saludo de ordenanza: tres pitadas. S. E. el gobernador de la isla, Felipe Zucarelli, contesta de tierra con tres tiros y en su falúa no tarda en venir a visitarnos.

El gobernador, así lo proclamaron  los oficiales de nuestra armada, y por tal es conocido en toda Tierra del Fuego, aparenta tener unos cincuenta años. Su gobierno dura desde 1903 y es un gobierno modelo, sin escándalos, sin revoluciones, sin la menor protesta, a pesar de la inmensa población que existe en la isla. Nos ha mostrado su último censo:

HABITANTES DE LA ISLA

Hombres……………………. 1

Mujeres……………………… ninguna

Niños………………………… ninguno

Perros……………………….. 5

Es un anacoreta. Recuerda el solitario habitante de la isla Juan Fernández, aquel marinero olvidado, abandonado, que inspiró la preciosa leyenda del Robinson Crusoe. Es un Robinson, con mucho del Enock-Harden de Tensión. Es un Robinson este Zucarelli, en cuya cabaña gimen los otoños fueguinos y rugen las tempestades australes. Una empresa lo dejó allí con provisiones para dos meses, asegurándole que en breve le enviarían más. Esto fue en 1903. Todavía espera.

Cuando regresaba la corbeta “Uruguay” de las Orcadas con rumbo a Buenos Aires, se halló sin carbón para llegar a Ushuaia. La isla de los Estados se presentaba a la vista y fueron a Puerto Kuck en busca de leña. ¿Cuál no sería la sorpresa de la oficialidad al descubrir en tierra a un hombre que no solamente los recibió con toda afabilidad sino que les entregó 60 toneladas de carbón para que siguieran su viaje, obsequiando al comandante con gallinas, pescado y mariscos? El carbón le fue devuelto, y desde entonces no hay buque de la armada que viaje por allí que no se desvíe algunas millas para visitar al gobernador Zucarelli.

Es fácil suponer las penurias que algunas veces pasa. Hace poco, la temporada fue terrible para él, pues se encontró cuatro meses sin galleta, sin azúcar, sin café, sin fideos y sin aceite.

Le preguntamos que comía.

  • No comía, bebía… caldo, caldo, y después, otra vez caldo.

  • ¿Y ahora?

  • Han llegado ustedes lo más oportunamente. Con decirle que no me quedaba más que esta galleta…

Y como nunca pide sino lo que verdaderamente le falta, no tardó en llevarse su pequeña despensa.

La soledad, la artista de las veladuras, ha impreso su sello inconfundible en el espíritu de Zucarelli. Mira, con la indecible mirada de los solitarios. Habla… ¡ah! Su lenguaje es extraño. Así hablaba Robinson, así Enock-Hardem. La gramática de los solitarios tiene ausencias de índole universal. Y eso, que Zucarelli habla, porque conversa a todas horas. Con su gran compañero que lo acompaña desde el principio de su gobierno, el más fiel ministro habido y por haber. Con los árboles y los líquenes, con los peñascos y las olas, con el mar, con la noche, con la Cruz del Sur, con la Mosca, con Alfa y Beta del Centauro.

Cada gallina tiene su nombre. Famosas son la catalana, Juanita y Pepita la batarás. Cuando azuza el apetito, llama a una de sus amigas… y se la come. ¡Pérfido! Hace como el que llama a sus conejos: -¡Guisito! ¡Guisito! ¡Vení Guisito! Y que en guiso se los come.

El señor Olenford, de Ushuaia, lo sorprendió conversando como el grillo de Dickens, con la pava. Zucarelli, apurado por servir un mate al señor Olenford, decía en voz baja: -“Pava, herví pronto y no me hagas calentar!”

¡Cuántos retos habrá dado, cuántos castigos habrá impuesto a la pava, allá en las largas noches heladas de la Isla de los Estados! Pero como el hombre se asimila tan fácilmente al escenario, Zucarelli ha concluido por amar su Barataria. Y allá vuela su vida, prendida al peñón marino que surge en el mar austral, andando a todas horas, abriendo sendas en las que no se marca más que su planta, siempre en camino de las rocas desde las cuales escudriña el horizonte, ávido de ver el barco que viene, anuncio de próximas conversaciones con seres no tan rebeldes como la triste pava silbadora, de las largas veladas de invierno.

Artículo extraído de la revista “Caras y Caretas”. Año XII. Nº549. 10 de abril de 1909

Cuevas Puerto Cook