HUGO ALBERTO ACUÑA

Sobre Hugo Alberto Acuña tenemos este hermoso libro. Es una transcripción de sus libretas de tapa negra y apuntes de su vida y pensamientos en las islas Orcadas del Sur (Isla Laurie precisamente). En particular se trata de una re edición del trabajo realizado por la Prof. Nora E. Cinquini de Gutierrez y de la Prof. Celia Nancy Priegue. Hable con ellas en el mes de agosto (2015) y estaban muy contentas que se re edite el libro tal cual como lo habían preparado ellas. Fue emocionante al hablar con ellas dado que ambas expresaron la misma opinión de lo importante que era No Olvidar al Civil Hugo Acuña. Además me pidieron que si se hacía algo las mantuviésemos al tanto. Todo esto concuerda con lo expresado por su nieta Noemi Acuña que nos propulsó a que se re edite el libro. La idea fue respetar el original totalmente. Este fue publicado por la Universidad Nacional del Sur.  Solo se agregaron los festejos por los 100 años y algunos trabajos arqueológicos realizados por la Dra Verónica Aldazabal y el Museólogo Pablo Pereyra. Se incluyó un aporte filatélico de Humberto Brumatti y Eduardo Premoli.

Pero es importante rescatar la figura del muy joven CIVIL Hugo Alberto Acuña. Como veremos él se encontraba trabajando en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata y el Dr. Pascasio Moreno le dijo si quería ir a la Antártida. Estaba limpiando unos vidrios y su contestación fue afirmativa.

Desde ese momento comenzaron los papeles burocráticos que correspondía, pasó a la órbita de la Sec de Agricultura, fue nombrado estafeta postal y ayudante para la obtención de datos meteorológicos.  Todo eso lo vemos en el libro. Pero reflexionemos: con sus 18 años era un muy joven Argentino Civil que fue a las islas Orcadas a Izar por Primera Vez en la Antártida la Bandera Argentina. En una Estación Científica CIVIL. De esto se desprenden una serie de pensamientos. El Dr Moreno y el Presidente Julio Roca querían un CIVIL, en una Estación CIVIL, izando la Bandera Argentina. Del mismo Hugo Acuña leeremos como se preparó para e momento (compro un traje de calle, se lo ve así en la foto) y luego arrió la Bandera Británica /Escocesa.

No fue un militar en izar por primera vez la Bandera Argentina e invernar, no por una invitación (un compromiso), sino que dio comienzo a los trabajos de infraestructura que luego Argentina continuó hasta el día de hoy. Muy modesto tuvo que arreglar el techo de lona impermeable del lugar (de piedras) donde iba a pasar el invierno.

De esta forma la figura del CIVIL Hugo Alberto Acuña fue quedando en el olvido. Opacada por militares que iban en una misión cumpliendo un deber y solo algunos pioneros fueron por vocación.

Esto deja muchas enseñanzas: para los jóvenes, no se necesita ser Militar, solo ganas y preparación. Impedimentos hay muchos pero se deben vencer. La idea es que se debe ir por vocación y no por el suplemento antártico. Los hay quienes solo se dedican a cebar mate y decir que hacen patria. También lo vi en «científicos» que solo estaban porque había quedado lugar mientras a otros los echaban por no ser sumisos (todo esto es reciente y no solo local).

Así la figura de los civiles en la Antártida fue desplazada por los militares. En sí la figura de los civiles en la Argentina siempre a sido hostigada  como si fuera un bando contrario por «Políticos» y «Militares». Los efectos del PODER.

Como empleado del Ministerio de Agricultura fue uno de los integrantes de la creación de la Estación Científica denominada Observatorio Meteorológico y Magnético de las Orcadas del Sur. Este dependió del Ministerio de Agricultura hasta 1951 que pasó al Servicio de Hidrografía de la Armada. Es decir que fue la única Estación Científica Civil. Todas las demás llevan nombres de «Bases» de la fuerza que sea.

Con Hugo Alberto Acuña invernaron en la isla Laurie Luciano H. Valette (uruguayo y civil), de la oficina de Zoología del Ministerio de Agricultura. Este personal trabajaría en Orcadas bajo la dirección del señor Roberto C. Mossman, que de ese modo pasaría un año más en Laurie, lo mismo que Williams Smith, otro miembro de la expedición escocesa, que quedaría en la isla como cocinero de la comisión.

Existen un par de frases que dan una idea de lo vivido por ellos: «A pesar del frío, vestimos traje de paseo, como en Buenos Aires. Hay 5 grados bajo cero. La bandera asciende en el modesto mástil y comienza a flamear. Ya tenemos listo el pabellón azul y blanco. Ya estamos en nuestra propia casa…»

Para llegar a esa tierra polar, el joven estafeta había abordado el bergantín «Scotia» junto a un alemán y un uruguayo. Doce meses después -en febrero de 1905- regresaba al territorio continental argentino aquilatando la experiencia vivida en una La vivienda era de unos 14 metros cuadrados, construida con piedra, forrada con lona impermiabilizada,

«Nuestra cabaña -relata en su diario- tiene dos ventanas pequeñas. Todo su moblaje es una biblioteca chica, una cómoda, una mesa, cuatro banquitos y cinco coys».

La modesta vivienda austral no pocas veces fue presa de feroces tormentas. «El 8 de marzo de 1904 el despertar fue un poco feliz. El mar, con olas gigantescas, violentas, deshizo una barranca de nieve que había contra la cabaña. El único bote estuvo a punto de perderse. El mar también se llevó la defensa de piedra que tenía la casa. Diez días después terminamos el nuevo parapeto, hecho con grandes piedras que acarreábamos desde la montaña. Muchas veces hubo que interrumpir el trabajo por nevadas y vientos. El 4 de abril volvió la furia del mar. Se llevó de nuevo la muralla. Por momentos, la cabaña quedaba cubierta por las olas. La temperatura habla descendido. Estábamos enteramente mojados. Nuestra ropa pronto se cubrió con una espesa capa de hielo. La pared había quedado en pie, curiosamente, gracias a que las piedras están unidas por el hielo…»

FESTEJO PATRIO Y CUMPLEAÑOS

El 25 de mayo de 1904 Acuña vuelve a protagonizar otro hecho histórico.

«El himno resuena en una mandolina que también tocará la marcha de Ituzaingó. Es la primera vez que se conmemora la fecha patria del 25 de mayo debajo de los 60º de latitud sur».

La mandolina era de Valette y también con ella se celebró el día 26 de mayo el cumpleaños de Alberto Acuña (19 años !). Como regalo recibió un sello con sus iniciales hecho en corcho.

Luego se radicó en Florida, tuvo varios hijos y nietos. Una de sus pasiones fue la filatelia y el estudio, lo cual inculcó a sus descendientes. Falleció el 13 de mayo de 1953.

 

 Solo a forma comparativa veamos lo escrito por Valette sobre los dias de la primer gran tormenta. Publicadso por la Fundación Marambio.

En “Viaje a las Islas Orcadas Australes” publicado en Buenos Aires en 1906, dice el señor Luciano H. Valette.

“El panorama que nos rodeaba era constituido de cerros escabrosos cubiertos de eterno hielo, témpanos formidables y enormes ventisqueros.

“Nuestra habitación revestida exteriormente por una muralla de piedras era, sin ser confortable, muy sólida y debido a su edificación primitiva tuvimos siempre una ventilación natural excelente, tanto más necesaria cuanto que la sola pieza que la constituía era colectiva. Por esa circunstancia, la mala higiene domestica fue inevitable con motivo del amontonamiento de materiales en un reducido espacio, el cual servia a la vez de cocina, dormitorio, comedor, laboratorio, etc.”

Al poco tiempo de instalados ya tuvieron los expedicionarios las primeras experiencias desagradables de la vida en aquellas regiones. El clima frío y húmedo, el cielo permanentemente cubierto por espeso manto de nubes que muy de vez en cuando se abre para dejar paso al sol; la niebla, que al ocultar el paisaje torna monótono el ambiente, todo ello hace dura la existencia del hombre allí.

En días de cielo descubierto, a pleno sol, el paisaje es maravilloso. Pero tal cosa ocurre muy rara vez. En aquellas latitudes, precisamente, predominan las tormentas con fuertes vientos y nevadas. Y es lo que tuvieron que soportar nuestros hombres en los comienzos de su vida antártica. Tras una primera tormenta con ráfagas de 95 km. por hora desencadenada a fines de febrero, y que produjo la pérdida de algunas pieles de aves y peces que había coleccionado el señor Valette, encargado de los estudios de zoología, el 8 de marzo un segundo temporal mucho más violento aun llegó a amenazar seriamente a la pequeña vivienda cuyo parapeto de piedras fue derrumbado por el golpe de las olas que llegaron hasta 2 m de la puerta de Omond House. Pasado el temporal comenzó la dura tarea de las reparaciones. Hubo que rehacer el parapeto que servia de protección a la casa, para lo cual se transportaron grandes bloques de piedra utilizando palancas y una considerable cantidad de piedras menores en trineos. Todo el material era de la falda de los cerros que se levantan a unos 100 m de las instalaciones. Casi todo el mes de marzo se empleó en estas tareas que dejaron casi exhaustos a nuestros inexpertos expedicionarios, recién llegados de Buenos Aires. En la madrugada del 4 de abril comenzó a soplar desde el sudeste un viento amenazador, a la hora no quedaba nada del parapeto y las defensas que habían costado un mes de agotador trabajo. Todo cayó bajo los embates del mar que, en sucesivas y violentas oleadas, había llegado hasta el lugar. Y no solo piedras se llevó el mar; también algunos cajones de víveres, lo que fue peligroso para una expedición que permanecería totalmente aislada y sin ningún contacto con el exterior, por un tiempo que no podía ser establecido con certeza, ya que son las condiciones climáticas las que decidirán la fecha del relevo. La pequeña casa-habitación tuvo que se abandonada pues el agua la rodeó totalmente. Con el viento soplando a 110 km. por hora, el frío intenso y la molesta borrasca de nieve, los castigados hombres se dirigieron hacia la costa de la bahía Uruguay, más separada de los vientos del sudeste; llevaban consigo dos carpas para utilizarlas como vivienda temporaria, pero el furioso y enloquecido viento ni siquiera permitió desatarlas. La diminuta casilla de los instrumentos magnéticos fue la salvación. A ella se dirigieron los cinco hombres y en ella permanecieron en incomoda situación, pero al reparo, hasta las diez de la mañana en que amainó el temporal y aprovecharon para penetrar en la vivienda y poner a salvo cuanto pudieron.

Valette mismo relató la situación: “Estabamos empapados y con mucho frío, pero el salvamento nos hacia olvidar todo. Mientras nos encontrábamos ocupados en esa tarea oímos unos crujidos terribles. El viento había arrancado el techo del deposito de víveres; la rompiente del mar llegaba a más de 50 metros adentro de la línea de las más altas aguas!

“Eran las tres de la tarde y a pesar de la bajamar las olas aun alcanzaban al borde de la casita. El viento seguía en su furia.

«Adentro de la cabaña era todo confusión y afuera, en el deposito de víveres, destechado, el cuadro era desconsolador. A pesar de todo esto no podíamos optar por el abandono de nuestra vivienda. A donde iríamos?

“En el desgraciado caso de que el derrumbe de la cabaña se hubiera producido, pusimos un hacha al lado de la ventanita para hacerla saltar y salir luego por ella, pues la puerta hubiera quedado sin acceso.

“Entretanto, llegaba la hora de la otra pleamar y el viento nada había calmado. La noche era horrorosa y el mar bañaba nuevamente los cimientos de la casita.

“En ese momento la obsesión de aquellos hombres era la siguiente pleamar cuya hora ya se aproximaba. Fue entonces que la Providencia quiso que el mar arrastrara a la playa unos grandes bloques de hielo que sirvieron luego para romper y disminuir así la fuerza de las olas”, narra Valette.

“Al día siguiente, concluido el temporal, comenzó de nuevo la tarea de las reparaciones. Hubo que arreglar el almacén de provisiones que había quedado sin techo y en desorden. Con los mismos cajones de víveres se hicieron las paredes y se utilizaron todos los elementos posibles y todas las artes del ingenio para hacer la mejor construcción posible.

“A fin de obtener tirantes y gruesos clavos –dice Valette-, tuvimos que deshacer un gran trineo. El techo se cubrió con lona y sobre ésta un tejido impermeable. Luego se fortificaron las paredes exteriormente con una espesa capa de piedra que acarreamos en trineo desde la falda de los cerros más próximos. Muchas de estas obras se hicieron con grandes dificultades, no solo por la falta de elementos, sino debido a los fuertes vientos. La tarea era tanta y tan pesada que nuestros semblantes agobiados se asemejaban a presidiarios condenados a trabajos forzados.”

Para el 22 de abril se concluyeron los trabajos y el 30 ya cubría la superficie del mar una gruesa capa de hielo, fenómeno tan esperado por los expedicionarios ya que el peso del hielo le hacia perder al mar toda potencia y peligrosidad.

En adelante el pero enemigo seria el hastío. Efectivamente, durante el invierno antártico la actividad es casi nula, salvo las tareas habituales domesticas y, sobre todo, despejar de nieve ventanas y accesos. La inclemencia del tiempo y la oscuridad, excepto unas pocas horas al mediodía, obligan a permanecer en la vivienda días enteros. Si se piensa que la reducida Omond House era utilizada como cocina, comedor, dormitorio y laboratorio, podremos imaginar lo que fue la vida de los cinco integrantes de aquella primera comisión argentina en Antártida durante el invierno de 1904.

Pero llegó octubre y arribaron a Laurie los primeros pingüinos, lo cual fue muy celebrado por nuestro hombres, cansados ya de tanta soledad y silencio como habían soportado aquel singular invierno, durante el cual la única compañía extraña había sido la de las palomas antárticas. Ahora por lo menos había otros seres en Laurie, a quienes escuchar y contemplar, observar sus costumbres y movimientos. Todos se alegraron con esta nueva compañía en la isla, el más entusiasmado habrá sido Valette, cuya misión era precisamente estudiar la fauna del lugar. “Una bella mañana del mes de octubre –dice- me presenté por primera vez en un criadero. Me encontré allí ante la mejor sociedad de la isla. El pueblo no dio muestras de impaciencia  y continuó sin interrupción su tarea de construcciones para el dulce <plaisir d’amour>”.

En efecto, los pingüinos viviendo durante el invierno principalmente en el mar libre de hielos en latitudes más bajas, llegan a la Argentina avanzada ya la primavera y se instalan en tierra firme para procrear, lo cual realizan una vez concluida la sencilla construcción del nido, un montoncito de piedritas que acarrea el macho y deposita junto a la hembra encargada de acomodarlas en circulo y en cantidad suficiente para albergar e incubar los huevos. Puede suceder que la hembra permanezca impasible ante la donación de las primeras piedritas o bien que se aleje del lugar, entonces el “galán”, ante el rechazo, busca una nueva “doncella”.

Repartiendo el tiempo entre las tareas domesticas, los trabajos específicos de cada uno, las largas caminatas en dos días muy buenos, llego el 31 de diciembre y con él el  “aguinaldo de Año Nuevo”, como dice Valette.

“Gloria y contento –escribió-, era la corbeta < Uruguay>, la mascota polar de la Armada Argentina, que avanzaba lentamente entre los hielos en demanda del puerto.” Con ella llegaba el relevo para el segundo año del observatorio de Orcadas, y para nuestros hombres la hora del regreso.

DECRETO FIRMADO POR EL PRESIDENTE ROCA, ACEPTANDO LA PROPUESTA DE BRUCE

Buenos Aires, enero 2 de 1904
“En vista de la nota del jefe de la Oficina Meteorológica Argentina y de los demás antecedentes y documentos relativos al establecimiento de nuevas estaciones meteorológicas y magnéticas en los mares del Sur de la República, y CONSIDERANDO:

Que es de alta conveniencia científica y práctica extender a dichas regiones las observaciones que se hacen en la isla de Año Nuevo y en el Sur de la República,

El Presidente de la Nación Argentina, decreta:

Articulo 1º – Autorizase al  Jefe de la Oficina Meteorológica Argentina para recibir la instalación ofrecida por el señor William S. Bruce en las islas Orcadas del Sur, y establecer un nuevo observatorio meteorológico y magnético en las mismas.

Articulo 2º – El personal se compondrá de los empleados que el Ministerio de Agricultura designe y de los que posteriormente puede suministrar el Ministerio de Marina.

Articulo 3º – Anualmente serán reemplazados dichos empleados por los que se designe para relevarlos y que conducirá un buque de la Armada.

Articulo 4º – La asignación de sueldo y viático para los que no lo tengan determinado por el Presupuesto, así como los demás gastos requeridos, serán determinados por el Ministerio de Agricultura e imputados al ítem correspondiente del Presupuesto General.

Articulo 5º – Comuníquese, publíquese y desde al Registro Nacional.”

Julio Argentino Roca
Wenceslao Escalante

 22 de FEBRERO de 1904. SE INICIA LA OCUPACIÓN PERMANENTE DE LA ANTÁRTIDA ARGENTINA

Hugo Acuña un joven de 18 años se ofreció como voluntario para ir a la isla Laurie como estafeta postal y tuvo el honor de izar la bandera Argentina que flamea desde ese día en las islas Orcadas del Sur. Su diario ha sido publicado por el Museo Marítimo de Ushuaia. En el cuenta todas las percances que sufrieron en ese refugio de piedras y techo de lona. Para que no entre viento helado por entre las piedras del refugio pusieron telas y rellenaron con lo que pudieron la famosa OMOND House.

Como ya fuera mencionado, en 1904 se inicia la ocupación permanente de la Antártida Argentina, con el izamiento del pabellón en Orcadas el 22 de febrero de ese año.

Cabe destacar que durante 40 años la Argentina fue el único ocupante permanente del Antártico, hecho que constituye el mejor aval de nuestros títulos de soberanía en el área.

La presencia Argentina en la Antártida tiene más de un siglo, récord que nos enorgullece, y han sido frecuentes los actos de gobierno y administrativos en relación con nuestras actividades y en defensa de los derechos argentinos.

Entre las disposiciones legales de mayor importancia debemos citar el decreto del Presidente Julio Argentino Roca de 1904 por el que se establece el Observatorio Meteorológico Antártico Argentino, el decreto de 1951 que crea el Instituto Antártico Argentino, el Decreto-Ley 2191, que fija los límites del Sector Antártico, y  la ley 18.513 de 1969 que crea la Dirección Nacional del Antártico. El Día de la Antártida se celebra el 22 de febrero por una ley que impulsara el ex Gobernador de Tierra del Fuego Ernesto Campos.