TAHITÍ

CAPITULO 1: POLINESIA

Uno de los sueños de todo navegante,  también de aquellos que  navegan en el mar, es el de poder arribar algún día, al tan mentado paraíso  al cual llaman, genéricamente, Polinesia.

A ese rincón  del mundo fuimos para convertir en realidad dicha fantasía y, de paso,  realizar  estudios sobre las primitivas embarcaciones  de la zona. Concretamente tomar contacto con  el pueblo y el lugar desde donde  el antiguo americano pudo inmigrar o hacia donde emigro  (según las teorías de Thor Heyerdahl). Pero  antes es interesante  explicar algunos detalles para poder ubicarnos mejor.

El Pacifico: un laberinto de islas y corales

La Polinesia Francesa está compuesta por 118 islas representando solo  4000 km cuadrados de tierra, lo relevante es que  están dispersas en el  Océano Pacifico ( Sur) en un área casi igual a la de Europa.

Se dividen en 5 grandes grupos: las Islas Marquesas  al Norte; el Archipiélago de las  Tuamotu que tiene 77 atolones; las Gambier al Sudeste; el grupo de las Australes, al Sud oeste y las islas de La Sociedad, casi  en el centro.  Tahití forma parte de las islas de la Sociedad, siendo la mayor  de todas. En ella se encuentra la  ciudad de Papeete, capital de la posesión francesa. Para darnos cuenta un poco del tamaño de Tahití podemos decir que tiene 1042 km cuadrados (un cuarto de toda  la superficie del conjunto de las islas) y se recorre todo su perímetro por una carretera de 220 km de extensión.

La población total es de 167.000 habitantes (censo 1983) de los cuales 100.000 viven en Tahití; 43.000 en el resto del grupo  de  las islas de la  Sociedad y los otros     24.000 están esparcidos por las demás islas que conforman la Polinesia (alrededor de 100).

Para darnos una mejor idea sobre la ubicación que tienen en el Pacifico recordemos    que  Tahití está a 8000 km del Cabo de Hornos, 8400 de Panamá, 6100 de Sidney, 8000 de Santiago, 9500 de Tokyo y 4500 de Honolulu.

Todo el conjunto esta al sur del ecuador entre los 8 y 26 grados de  Latitud (redondeando). La  latitud de Tahití  es de 18 Grados Sur , (Rio de  Janeiro esta en los  23 Sur) y la longitud es de 150 Grados Oeste.

Cuando comparamos latitudes  no debemos equivocarnos y simplificar el tema pensando que el clima es similar al de Brasil. En realidad es muy diferente dado que se trata de un clima oceánico, con ciertas particularidades que ya veremos, y la principal diferencia es que la masa de tierra que influye en el clima de la costa brasilera está ausente. Por lo general las navegaciones que nosotros hacemos hacia el Norte nos lleva a recorrer un poco la costa (si es que   no lo hacemos durante toda la travesía) y el clima continental influye mucho, alterando al oceánico.  De allí las distintas temperaturas, como así también el régimen de vientos.

Clima

Tal vez lo más importante que se debe informar un navegante, o aquel que intente navegar al dirigirse  una región como esta, es en que estación se  está. Si bien se superponen, sin tener  un comienzo y final preciso,  básicamente podemos decir que existen dos estaciones. En noviembre comienza lo que ellos llaman la estación de las lluvias y perdura hasta abril. Los meses de mayores precipitaciones son de diciembre a febrero pero en realidad esto varía bastante de año a año. Pero si podemos decir que se trata de un  largo verano;  caluroso, húmedo y muy lluvioso, donde las temperaturas oscilan entre  27 y 33 grados centígrados. Con la ventaja (si comparamos con Brasil)  que al ser  un  clima oceánico la diferencia térmica durante las noches puede oscilar entre los 7 a 11 grados C. En pocas palabras, es ideal.

De Mayo a Octubre reina la estación seca. Se trata de su invierno con  temperaturas de 20 a 29 grados C.  y las lluvias no son tan frecuentes ni duran semanas enteras como durante el verano. Las temperaturas  dadas como referencia    son las que corresponden a la latitud de Tahití; siendo muy diferentes las que reinan en las ‘Austral Islands’ (con temperaturas que descienden a los 17 grados Centígrados) o en las Marquesas donde la temperatura es mayor, al igual que las lluvias; el régimen de vientos es algo diferente. Tomo como referencia Tahití dado que es casi una escala obligada para todo aquel que arribe navegando o desee alquilar una embarcación. Por otra parte es la zona por  donde  estuvimos navegando; del resto sabemos lo que nos contaron.

Continuando con las generalidades del clima, el ‘Ocean Passages for  the World ‘  nos dice que, durante el verano los vientos son los  tan hermosos alisios del Noreste y durante el invierno soplan los alisios del Sudeste. Por conclusión puedo sacar que estuvimos en la estación húmeda, dado que llovió casi siempre, pero con la componente de los alisios del Sud este, que es de la época seca y rotaciones de viento insólitas (Oeste-Norte-Sur) que nadie las menciona.

Consultando a los navegantes del lugar disiparon toda mi confusión explicándome que desde hace unos años el clima está cambiando. Para algunos era por el  agujero de Ozono, para otros  el efecto invernadero o las manchas solares; si no es que combinaban las razones a medida que tomábamos más cervezas, alternadas con Bloody Mary o Daiquiri, en el bar   de alguna marina o club.

Les pido disculpas en entretenerlos con todas estas pequeñeces pero  es que, por nunca haberme preocupado en averiguar un poco sobre el tema, arribamos a Papeete en un vuelo Lan  Chile ,(la cual había alquilado un viejo  707 de Aerolíneas Argentinas, con asientos que se reclinaban solos o sino no se  reclinaban, tapizado destruido , sin video , pero con simpáticas azafatas argentinas y un excelente comandante de Lade )  luego de 12 horas de viaje  acompañando una eterna puesta de sol, con 8 horas de diferencia horaria y sobrevolando un extenso campo de nubes cubriendo todo el Pacifico.

Tahití

Con los ojos en la nuca y hechos una piltrafa, nos recibieron en el aeropuerto con collares de flores, otros de caracoles, muchos ‘Maeva’ (bienvenidos) pero con  un lamentable ruido a fuerte lluvia tropical  y la correspondiente aclaración de las siempre alegres tahitianas:-‘ The rainy station had started’. Fue el mazazo psicológico que faltaba para destruirnos  del todo. Además del » Qué diablos hago aquí?», clásica pregunta de todo nauta; no podíamos   creer que nos hubieran mandado a disfrutar de la navegación a vela en un paraíso con lluvia.

Para completar un poco más el panorama y mientras nos llevaban al hotel, ahora ya estábamos bien mojados, nos aclararon que  sin ser zona de huracanes  en 1983 hubo cinco que golpearon con mucha fuerza a toda la región. Según la explicación se dieron por condiciones meteorológicas excepcionales y solo se repitieron en otras tres temporadas húmedas, pero sin tanta violencia. El único tema que nuestro anfitrión se olvidó de abordar,    fue sobre las olas gigantes que suelen arrasar las islas con efectos desbastadores. De esto  se encargó el taxista que tiempo atrás fue pescador.  Conocidas con el nombre de ‘tuznami’  (palabra japonesa), se originan en erupciones volcánicas, fallas del fondo marino y un par de razones más que no entendí. Pero dado que Tahití está casi en el centro del Pacifico, las olas que llegan a la región no tienen ni la fuerza ni la altura necesaria como para provocar mayores daños.

Ya en el hotel nos encontramos con un  típico show  tahitiano, montado en el comedor del parque, que nos pareció excepcional (fue por ser el primero que veíamos)  y nos hizo olvidar un poco las novedades que no alentaban para nada una navegación de crucero entre las islas.

Mientras nos refrescábamos con unas cervezas y comentábamos sobre la rápida visita a la isla de Pascua y los misteriosos Mohair, Cecilia me mostro  una carta general del Pacifico con todas las islas, incluyendo  las que pensábamos recorrer. Ese fue el enganche necesario que me hizo recordar  que tanto las cartas náuticas, como el itinerario  sugerido, los lugares recomendados , anotaciones varias , derrotero , fax , etc.,  habían quedado dentro de un bolso en Buenos Aires. Por un día ya habían sido suficientes pálidas así es que decidimos irnos a dormir hasta cualquier hora.

Fue así que descubrimos que el gobierno decidió, muy sabiamente, que    toda la Polinesia tenga la misma hora y se rija por el horario solar real.

En pocas palabras, a las cinco y media de la mañana ya estábamos despiertos. El sol no  bien amanece adquiere un tamaño inusitado con una potencia fulminante. Las ventanas por lo general no tienen persianas y las finas cortinas son traspasadas como si no existieran. Allí el mediodía es el mediodía solar y de la misma forma que amanece ocurre el ocaso. A más tardar a las 6 de la tarde  el sol prácticamente se zambulle detrás del horizonte dando a lugar a un atardecer bastante corto. Es un detalle importante a tener en cuenta para planear las navegaciones, en especial para elegir el lugar de fondeo o pasar una zona de corales.

Nuestro primer día en Tahití es el clásico que puede hacer cualquier turista. En primer lugar adaptarnos al clima que al principio  resulta un poco pesado y hasta agobiante. La bolsa con cámaras fotográficas y  demás elementos se hace molesta. Ni hablar de la mochila con la cámara de video, baterías, cargador etc. que debía portar Cecilia  (ella se tenía que encargar de hacer un pequeño corto en video para la TV).

Aunque desde el hotel podíamos ver gran cantidad de veleros al borneo, nos explicaron que para alquilar algo convenía ir directamente a la ciudad. Papeete tiene la característica de estar casi sobre el mar. El ‘Down Town’ como le llaman ellos es, además del lugar donde están todos los bancos, donde uno puede encontrar el Correo Central, restaurantes íipicos, muchas casas de ‘souvenirs’ (made in Hong Kong), bares para marineros, el mercado central y, cruzando la carretera, cantidad de veleros que esperan chartear o llevar turistas a bucear o simplemente a dar una vuelta para recomponer sus arcas. La mayoría son franceses y de una clásica construcción casera. Los precios oscilaban mucho de un barco a otro, pero para darnos una idea una vuelta de 4 o 5 horas costaba 200 dls. Salidas de uno o más días estaban entre los 300 y 500 dl. diarios más el avituallamiento.

De cualquier forma nosotros ya teníamos decidido sacar un barco en Raiatea para navegar hacia Huahine, Bora Bora y Tahaa.

Papeete

Una de las cosas que nos llamó  la atención fue el transporte público. Los colectivos son privados, esto significa que son propiedad del que los maneja y el recorrido es, en todos los casos, el mismo: desde la capital  parten hacia el este o el oeste  (únicas dos direcciones posibles) por la única carretera asfaltada que contornea la isla. Llevan pintado, en el parabrisas, hasta la localidad donde arriban. La mayoría llegan a unos 10 km del  centro  y los demás se alejan hasta unos 25 km. Hacia el resto de la isla hay que ir en auto u otro medio de locomoción. En realidad no se preocupan mucho en viajar y los que trabajan tratan de hacerlo cerca de sus casas. Viviendo a unos 50 km de la ciudad es muy probable que el tahitiano no vaya a  Papeete en muchos meses. Las carrocerías son de madera, muy bajas y se debe entrar agachado. Los asientos son de madera en realidad son dos bancos que contornean la carrocería. Cada metro, más o menos, hay un timbre para avisarle al chofer que uno desea bajar. Al descender, por la parte trasera, hay que ir hasta la cabina del chofer a pagarle. Casi todos tienen tarifa única y no trabajan mucho más de las 5 de la tarde.

Los taxis tienen tarifas exorbitantes dado que el combustible es el más caro del mundo;   aunque cueste creerlo el precio es superior al de la argentina, (aprox. 1 dl. el litro).

Otra de las particularidades que vivimos en plena capital es que la vida nocturna es escasa. Los restaurantes pueden estar abiertos hasta las 22,  pero no mucho más. En los grandes hoteles el bar sigue hasta las 23, pero en líneas generales la vida se desarrolla durante las horas de luz de día.

Lentamente nos fuimos acostumbrando al clima y a la forma de vida de las islas. Muy simple y en un constante contacto con la naturaleza. Tratan al turista en forma amable pero sin interesarle mucho el estilo de vida que desarrollan en sus  países  de origen. Se podría decir que todo está muy armado para el turismo; aunque cierto, no es en forma tal que uno se sienta incomodo por la frialdad que esto significa, sino que tratan que armonice con el entorno, sin polución ni cambios en las costumbres.

El europeo llego en el siglo XVI con su forma de vida y religión. Es muy probable que dicho acontecimiento haya sido el peor de todos los que les haya tocado vivir. Así y todo son muchos los que mantienen una filosofía de vida bastante tranquila: frutos se dan a montones naturalmente , la pesca es abundante sin tener que esforzarse mucho en obtener lo necesario para dos o tres días, las gallinas pululan por doquier y un par de cerdos son fácil de mantener; algunos hasta cultivan algo de tierra.  Han importado ganado vacuno para aclimatarlo y comenzar la cría, pero salvo para los franceses y los turistas la carne es algo que no consumen los lugareños.

La vestimenta se basa en un short, remera y ojotas. A mayor nivel de ingresos, mejora la calidad de la ropa  pero  siempre sobre la misma base. Las mujeres utilizan bastante el pareo pero se han volcado más a una bermuda y remeras o camisas.

A un ritmo tranquilo, algo desordenado por momentos, desarrollan una vida pacifica a punto tal que casi no existen policías. Son muy raros los robos y crímenes mayores no existen. Tanto es así que se extrañaron cuando preguntamos si podíamos dejar el barco solo; más aún cuando preguntamos donde estaba la llave para cerrarlo. En líneas generales nadie toca nada y nunca existió un robo en un velero, en pocas  palabras: la antípoda de lo que sucede en Brasil.

A medida que íbamos ingresando en su mundo comenzamos a comprender  cuál era la idea del paraíso, por lo menos para los navegantes de antaño que   luego de doblar el Cabo de Hornos se acercaban a latitudes más cálidas, con  alimentos y agua en abundancia, además de mujeres. Pero a nosotros todavía  nos faltaba el barco que habíamos alquilado.

Alquiler de yates en la Polinesia Francesa

Aunque existen tres empresas de alquiler de yates, es posible alquilar algún velero tripulado directamente en el puerto de Tahití. No es mala idea esta última solución, dado que uno puede disfrutar de navegar un poco a bajo costo, como veremos en la próxima nota, y sin tener que empaparse de todas las características del velero y condiciones particulares de la zona. Esto último uno lo va aprendiendo del skipper que le toco.

Gracias a los datos que me aporto Carlos Saguier Fonrouge, en sus periplos polinésicos, los datos de las empresas son:

1) TAHITI YACHT CHARTER .  Fax: (689) 43 99 31 con asiento principal en Papeete (Tahití) y una base en Raiatea. (Desde  2310 Dls un 35 pies por semana ,sin   tripulación ).

2) ATM YACHTS. Fax: (689) 66 23 19 Solamente se puede embarcar en Raiatea y  la dirección es B.P. 331 Uturoa – Raiatea. (Es una casilla de correo porque no existen carteros). Los 32 pies los sacaron de circulación y el más chico es de 36 pies; de 2200.-Dls en temporada baja  y pasa a 2640.- Dl en alta; también sin tripulación.

3) MOORINGS. Pte Oporo- Baie Apooiti- RAIATEA- TAHITI. Tienen barcos desde 38 pies en adelante y parten de un precio mínimo de 2500.- Dl la semana y sin tripulación.

En casi todos los casos los extras son:

Skipper   130.- Dls. por día;    Cocinera   90.- Dls. por día; Spinaker  150.- Dls. ( solo ATM YACHTS ).  Windsurf  130.- Dls.

Si uno quiere que le tengan el barco aprovisionado cuesta alrededor de 29 Dls. por persona y por día. No es aconsejable, salvo que sepa qué hacer con la mantequilla de maní, la torta de coco, las salchichas en lata,  pollo ahumado, etc.

CAPITULO 2: RAIATEA 

El vuelo a la isla de Raiatea, ubicada a unos 200 km de Tahití, lo  realizamos en un pequeño bimotor de Air Tahití. Como partió  a la hora que quiso, arribamos a las 10,30 de la mañana cuando en  la computadora  figurábamos que llegábamos a las 7,30. Era lógico que la cara de Billy Kolans no expresara mucha alegría y más bien cansancio y aburrimiento, pero así y todo nos dio una cálida bienvenida en nombre de la empresa Moorings. La agencia ATM Yachts había enviado a una simpática rubia , alta y de origen polaco para más datos , que esperaba en el mismo vuelo a otros navegantes. Sucede que en esta isla hay tres empresas  de charters. Se pueden alquilar veleros, con o sin tripulación, desde 35 pies en adelante; también tienen multicascos.

Aunque la oficina este en Papeete se pueden alquilar en Tahiti Yacht Charter un Benetau de 35, 39 o 43 pies puesto en la base de Raiatea ( sus precios eran 2520.- , 3024.- y 3690.- dólares respectivamente).

The Moorings , con bases en Virgin Islands, St. Lucia, México, Tonga,  Mediterráneo, St. Martin, es muy seria e impersonal. Un trato frio pero correcto y siempre listos para cualquier contingencia, que es su principal ‘leimotiv’. A uno le da la sensación de tomar contacto con una gran empresa  donde llegar al jefe es más difícil que encontrar al presidente.

A T M Yachts también con bases en el Caribe y el Mediterráneo tiene la característica de realizar un trato más personalizado y cordial. En Raiatea cuentan con una hermosa base y en ella  una ‘veranda’ donde se puede tomar un buen desayuno o una excelente B B Q (barbacoa-28 Dl x persona. con postre y entrada); además de contar con los panoles  para los gomones y los fuera de  borda, biblioteca, pileta, bar, resumiendo: nos sentíamos como en uno de                  nuestros clubes, pero súbitamente transportado  a la Polinesia.

Bahía de Faarao

Por otra parte está situada en la profunda bahía de Faaroa. Esta bahía, con características de fiordo, nos hacía recordar las recaladas en la isla de los Estados ( si no fuera por la temperatura no tendría nada que envidiarle) y posee un atractivo extra dado que se puede realizar una hermosa excursión  remontando un rio que serpentea por la selva. Con el ‘dinghy’ logramos subir unas 3 millas, mientras la vegetación nos iba sorprendiendo constantemente   dado que por momentos ingresábamos en verdaderos túneles de árboles los cuales apenas dejaban pasar algunos rayos de luz. Sobre la costa, aparecían las típicas  canoas de los pescadores que nos daban a entender que no estábamos solos; cada tanto aparecían niños o alguna mujer que miraba quienes eran los que venían a romperles el silencio de la selva y el rio.

Pero volviendo a nuestro amigo Billy Kolans, jubilado bancario de Hawaii, y ahora propietario de ‘Almost Paradise Cultural Tours’, nos ayudó con   los bolsos y una vez instalados en la camioneta, para llevarnos hasta la base de Moorings,  comenzó con un ‘speach’ introductorio a la isla. El viaje fue mucho más corto que su breve  introducción así es que estaciono la camioneta sobre la marina junto al velero que nos tocaba y continuo por una media hora hasta que termino con la historia de la zona. Dejando para cuando  regresáramos del crucero , la parte arqueológica , ritual , etnográfica y náutica.

Algo de historia

Resumiéndola un poco, podríamos decir que su charla fue aproximadamente la siguiente: La pequeña isla de Raiatea  fue  descubierta por el Capitan   James  Cook en 1769. Es la principal isla del grupo  conocido como ‘Islas de Sotavento’. Tahití, junto a Morea, pertenecen al grupo de las ‘ Islas de Barlovento’ y fueron descubiertas solo 2 años antes por el inglés Wallis que en una sucesión de 3 días de escaramuzas y una fuerte batalla al cuarto día ,  donde hundió y destruyo todas las canoas tahitianas, logro que todo  el  pueblo cooperara con el reaprovisionamiento de las naves. A partir de entonces la actitud de los nativos hacia el europeo cambio, convirtiéndose en seres más sumisos. Tomo la posesión para la corona británica con el nombre de   «King George III’s Island».

En 1768 Tahití fue visitada por Bougainville, donde recalo para que sus hombres enfermos de escorbuto se recompusieran. EÉ se encargó, al regresar  a Francia, de promulgar en su libro «Voyage» (1771) la imagen paradisiaca de Tahití.

Pero estos no fueron los primeros contactos con los europeos. En realidad fue el español Alvaro de Mendana que en 1595 arribo a las Marquesas dejando un saldo de 200 muertos e introduciendo la sífilis. Lo extraño de este navegante es que 28 años antes había recorrido el Pacifico sin encontrar ninguna de las islas. Si bien partió con 400 hombres en cuatro naves  solo regreso una con 50 supervivientes al mando de Quiros.

Durante el siglo XVII y XVIII pasaron  por la zona muchos navegantes. Entre ellos estuvo Le Maire ( 1616 ) y luego varios franceses de St. Malo y La Rochelle que junto a piratas y corsarios Ingleses , asolaban a los buques  de España. El comercio era realizado   desde Europa a las costas de Chile y Perú, sea por el estrecho de Magallanes o el Cabo de Hornos, para luego cargar en  China y volvían   a Europa dando la vuelta a Africa.

Los primeros viajes científicos los comenzó Inglaterra con Wallis.  Bougainville fue el primer francés, reconocido oficialmente, en dar la vuelta al mundo. Se sabe que otros ya lo habían realizado pero como estaban en actividades ilegales, como contrabando y piratería, no fue reconocido por la corona francesa.

James Cook (1728-1779)  en sus tres viajes de exploración, fue el que realmente mostro a los ojos de Europa , no solo la flora y la fauna , sino también las costumbres de la sociedad polinesa. En sus viajes lo acompañaron muchos artistas que se encargaron de dibujar y pintar desde insectos a pájaros, plantas y personas con sus atavíos, tatuajes, utensilios, armas de guerra, etc.(más de 1300 obras de arte).  Gracias a ellos se pudo rescatar gran parte de la forma de vida que poseían antes del establecimiento definitivo de los europeos.

En 1789 la Polinesia recibió la visita del Bounty y el famoso capitán Bligh ;   tenían la misión de recolectar ejemplares del árbol del pan. La idea que tenía la London Royal Society era que sus frutos podían constituir  un excelente alimento (barato)  para darle de comer a los esclavos y querían probar su trasplante.

El famoso motín del Bounty tuvo otras derivaciones como ser  la primera vez que los nativos convivieron por varios meses con gente extraña a ellos. Por otra parte esto sirvió para volcar la balanza en muchas de las batallas entre tribus enemigas, dado que las armas de fuego y la capacidad de pelea de los ex-tripulantes amotinados  se ponían al servicio de los dueños de casa , que a su vez buscaban protección para terminar la goleta que                                construían  para poder escapar. Aunque la terminaron, sorteando dificultades técnicas muy grandes como la tela para las velas, la botaron con el nombre de Resolution y fueron capturados por el Pandora.

El protectorado ingles fue reemplazado por el francés mediante una  serie de batallas e intrigas entre  los gobernadores, los reyes y jefes de tribus. También participaron activamente la iglesia católica y la protestante. Todos tratando de volcar la voluntad de reinas y jefes de tribu en favor de uno u otro bando y lograr que firmen los pedidos de protección al  correspondiente  gobierno. Así es como en 1842 las Marquesas fueron  anexadas a Francia. En 1843 se proclama la anexión de Tahití pero se efectiviza en 1847, luego de varios años de lucha entre tahitianos rebeldes y franceses. Las Islas Gambier entran  bajo protectorado francés en 1844, Huahine  y las islas Australes en 1897. En 1900 son todas anexadas a Francia pasando a constituir una colonia con el nombre de:» Establissements Francais de l’Oceanie «.

Por fin el barco

Sinceramente nos sentíamos un poco extraños al estar escuchando toda estas explicaciones por parte de un residente Norteamericano, en un perfecto inglés, que había elegido dicho paraíso (o como el afirmaba :’Almost the Paradise’) para finalizar su vida. El calor completaba nuestro agobio y tras un apretón de manos y con la promesa de vernos en unos días, saltamos al Moorings 38 donde nos esperaba una excelente botella de champagne Kritter, puesta en un balde con hielo, sobre la mesa del cockpit.

Con una sarcástica sonrisa y pidiendo permiso para  subir a bordo  apareció Bob ; un personaje  que podríamos definir como al prototipo del hombre de mar. Se trataba del instructor que nos había tocado para  darnos una  descripción de los elementos que poseía el  barco e introducirnos en   los rudimentos de la navegación entre las islas como así  también los itinerarios más interesantes a realizar. Conocía a la perfección la zona; había llegado navegando hacia poco más de 10 años, luego de separarse de su mujer mejicana y querer irse por un tiempo a navegar para olvidar. Al recalar en Papeete conoció una tahitiana y el viaje termino. Desde entonces enseña vela, trabaja como skipper o, como ahora, un simple recepcionista de turistas.

A medida que nos explicaba las cartas náuticas nos iba marcando los lugares más protegidos para pasar la noche. Comenzó con Marina ITI en la isla Taha-a, Yacht Club Bora Bora, el muelle del Gran Hotel Bora Bora, Hibiscuis etc. Aunque propuse  otros lugares que observe en la carta, con el clásico símbolo de fondeo,  me los fue  descartando. En realidad, para el, un buen puerto debía reunir un primer requisito fundamental :  cerveza helada; y un segundo, que podía estar ausente, era la posibilidad de poder regresar a bordo después de haber realizado una buena mezcla de cervezas con Daiquiri.

De esta conclusión nadie puede tener dudas, porque si alguien conoce la zona, seguro que no recomendaría el muelle de Bloody Mary (semi destruido), o el de Bamboo Hut, todavía no fue construido.

Nuestra intención era  recorrer con el barco algunos lugares con yacimientos arqueológicos y sitios importantes de la época del descubrimiento, y  de esa forma entender un poco los desplazamientos de los nativos. Pero no supo indicarnos absolutamente ninguno. Es más, ni sabía que en el museo existían distintos tipos de canoas, algunas de ellas oceánicas. Continuó con su introducción y nos explicó que durante la noche era muy importante poner la luz  blanca de fondeo. Según su experiencia, al no haber luna nos resultaría difícil encontrar el barco luego de tomar algunas cervezas. Para esta altura de la charla ya estábamos desconfiando un poco de la primera impresión que nos había causado, en realidad creo que se trataba de todo un ‘hombre de cerveza’  o el mejor vendedor de ‘OKtober fest’ en el lugar equivocado. Su  disertación continuo con el detalle  del tiempo que tardaría  la heladera o el freezer en enfriar (cerveza). Pero también nos explicó que las bolsas de hielo eran gratuitas y las podíamos poner en la mesa térmica del cockpit entremezclándolas con latas ( de cerveza).

Por supuesto que la charla no fue toda así sino que cada tanto me preguntaba datos de la Argentina, Chile, Uruguay y Brasil. No creo que tuviese bien claro ni el idioma que se habla pero si me prometió venir a visitarme y tomar unas cervezas antes de que sea muy viejo.

Sinceramente fue en el único momento que lamente mucho el olvidarme  el bolso con los derroteros e itinerarios sugeridos ya que comencé a desconfiar bastante de esta ruta de la cerveza. Confiados que ya encontraríamos los lugares indicados fuimos a   realizar las compras a la ciudad principal: Uturoa.

Aunque es posible alquilar el barco avituallado por la módica cifra de 29 dl. por persona y  por día; nuestra experiencia fue que con 140 dl ,por semana, se puede comprar todo lo necesario para dos personas . Ir de compras es divertido. Los  supermercados son el mejor ejemplo de la cultura del país: vino francés, carne australiana, leche y yogurt franceses, huevos americanos  galletitas chilenas , quesos holandeses, chocolates suizos y los únicos tres   productos polinésicos: pan , jugo de ananás y ,por su puesto, cerveza.

De regreso al barco Bob nos llevó a la biblioteca de la base y nos mostró  los mayores peligros de la zona: el pez piedra con espinas de defensa altamente venenosas y los  caracoles ponzoñosos. Aunque el sostiene que el pez piedra es muy rico y, por suerte,  su esposa cada tanto se lo prepara. Sin darle importancia le pregunte si no desconfiaba que su mujer estuviese un poco cansada de él. Riéndose y mientras destapaba una fresca cerveza me contesto: -» Es de buena educación esperar a que comiencen a cenar los demás.»

Marina I T I

Luego de cargar el hielo y los equipos de buceo, largamos amarras y pusimos rumbo a la isla de Taha-a. Ya eran más de las cuatro de la tarde y el contrato dice que está totalmente prohibido la navegación nocturna. La pena  que establecen es que los seguros no cubren la embarcación, ni a terceros, ni a la gente transportada, ni el lucro cesante si se navega después de la puesta del sol. Así es que, con una antelación de 30 minutos, se debe estar en el lugar que uno eligió para pasar la noche. No había muchas elecciones posibles: con fuerte viento del este, a Genoa  sola, arribamos en poco más de una hora y media a marina I T I. El lugar está abierto a los vientos del sur, a nosotros nos protegía totalmente así es que nos prendimos a una de las boyas  y con el chinchorro fuimos a comprobar si la cerveza estaba tan helada como nos lo había asegurado Bob.

Fue la primera navegación entre bancos de corales dentro de una laguna. Nos llamó la atención la forma de señalizarlos y aunque el color de  las balizas no correspondían con las que nos marcaba la carta, estaban donde debían estar.

 Islas, atolones y corales

A lo lejos veíamos la barrera de coral y como rompían las olas contra ella. Dentro de la laguna la ola no alcanzaba el metro de altura. Antes de seguir adelante creo que es importante aclarar que estas islas, de origen volcánico, están rodeadas por una barrera de coral, salvo  las islas Australes donde el coral no crece por la baja temperatura. El espejo de agua que encierra la barrera de coral es denominado ‘laguna’. Para entrar o salir a ella se debe  hacer por los pasos o canales. Estos se formaron naturalmente y por lo general están frente a grandes desembocaduras de ríos; el agua dulce no permite que el coral viva, de esa forma se mantienen los pasos con una profundidad de 20 a 40 m siendo muy raro que se produzcan rompientes en ellos.

Del lado de afuera de la barrera, el coral está limpio, sin arena, alcanzando rápidamente grandes profundidades ( de 6 m es normal que salte a 60 o 100 m inmediatamente). Dentro de la laguna el coral esta,  por lo general, casi completamente tapado por arena y barro. Su profundidad puede oscilar de 1 m a los 5 o 6 m para luego pasar a los 20 o 30 m que saben rodear las islas.

El barro que se encuentra en los corales proviene del desgaste que sufre el volcán por las constantes lluvias. Sucede que los chubascos, negros nubarrones  que corren sobre la superficie del océano, se traban contra los conos de los volcanes, descargando toda el agua que portaban. El desgaste va haciendo que junto a la barrera de coral se formen islas donde luego van creciendo palmeras y se van elevando.

El cono va desapareciendo a medida que la barrera se va convirtiendo en un gran aro de islas que a su vez se van uniendo. Cuando la última parte del cono volcánico desapareció, quedo formado un atolón. Existen dos clases de atolones: los cerrados y los abiertos. Los cerrados  tienen canales de poca profundidad y es por donde se produce el intercambio de agua entre la laguna y el océano. Los abiertos son aquellos que presentan uno o más canales en la barrera de coral. Tiene importancia en cuanto a las especies marinas que se pueden encontrar de uno a otro. Por ejemplo, las ostras perleras tienen mayor desarrollo en uno cerrado que un atolón abierto.

Para completar brevemente el panorama hay dos tipos más de atolones: los ‘sumergidos’ y los ‘secos’. Los primeros figuran en las cartas como simples bancos, los otros no tienen laguna y son como un sierra trunca; Makatea con sus 80 m de altura es el único en la Polinesia.

Navegación entre corales

Luego de una excelente ducha con agua potable a bordo pasamos una tranquila noche aunque con vientos fuertes del este-sud este  (conocido como   «mara’amu» que llega a 40 nudos durante varios días).

Aunque nos levantamos   muy temprano (5, 30 h)  un chubasco del Sudeste que trajo mucha lluvia y poca visibilidad nos mantuvo en la amarra hasta las 8 y 30. Mientras tanto desayunamos y  escuchamos el pronóstico por canal 68 que nos auguraba vientos del Este y un hermoso día. Evidentemente en Raiatea el chubasco había seguido de largo o, como lo comprobamos después,   algo totalmente normal y no había que darle mayor importancia.

La salida hacia Bora Bora fue sencilla. Pero eso no me permite decir que no nos mantuvo expectantes durante un buen rato. Al no estar familiarizados  con  la región preferí mantenerme cerca de la costa y si bien la profundidad era grande (20 a 40 m) cada tanto aparecían bajo fondos que nos asustaban bastante. Los podríamos llamar restingas o floraciones de coral, lo cierto es que súbitamente el agua cambiaba de color; de un azul oscuro pasaba a un verde claro y muchas veces veíamos las manchas más oscuras (marrón) que indicaban algún coral  a muy poca profundidad. Como teníamos el sol de espaldas podíamos ver bien la diferencia de colores y gracias a ello sorteábamos los corales sin  mayor dificultad. Luego aprendimos que para ir hacia el oeste en zonas de  corales no hay que hacerlo por la tarde. Ni al este por las mañanas. Sucede que el sol refleja en la superficie del mar y no permite distinguir bien los colores. Estos son los que nos indican no solo la profundidad   sino, el tipo de fondo y la ubicación exacta de los corales. Una vez dominada esta técnica lo usual es que un tripulante vaya en el púlpito marcando los corales. De esta forma nos metimos en auténticos laberintos de sin nunca pegarle a uno y eso  que muchos de ellos casi afloraban. Por otra parte creo que estos últimos son los más divertidos para bucear en apnea. Poseen una gran variedad de vida submarina.

Una vez que divisamos las enfilaciones que hay en tierra ( Pte. Tepari) encaramos el Passe Papai. Si bien esta balizado no lo veíamos. Eso nos obligó  a virar en redondo  y reintentar  el acercamiento. Recién lo vimos en forma clara cuando estuvimos bien frente a él. Cuando nos íbamos acercando  la perspectiva engañaba y la blanca rompiente de la barrera de coral parecía no  tener fin. Por otra parte la baliza negra, según la carta, estaba pintada de verde y la boya negra que marca la punta de la restinga, no estaba. De cualquier forma el paso es ancho ( 250 m) y cuidándose siempre de las restingas que hay de ambos lados no existe mayor problema.

Enseguida afuera comenzamos a notar la fuerte onda del Pacifico que, por otra parte, no estaba tan pacifico; sobre la onda se formaba una olita de aproximadamente ochenta c. que caía rompiendo por la fuerza del viento. En  pocas palabras un mar prácticamente   blanco nos rodeaba, por suerte la navegación era casi en popa y el zarandeo no iba a durar mucho. Pero antes de continuar me gustaría comentar algo sobre las enfilaciones: se tratan de ‘carteles’  blancos con una franja roja vertical. Cuando la franja roja del  tablero que esta sobre el monte coincide con la roja colocada sobre el mar,  es que se está en la enfilación precisa.  Aunque no son prácticos para entrar de noche, durante el día son muy precisos.

Si en los mares australes nos hubiese tocado una condición similar: chubascos, mar agitado y espumoso, lluvia, y suficiente viento como para tomar dos rizos , hubiésemos determinado que se trataba de una tormenta y totalmente arropados sacaríamos la cabeza cada tanto para ver cómo se las arregla el timón de viento. En la Polinesia disfrutábamos de una veloz navegación, tomando sol y cerveza helada con una picada.

CAPITULO 3: BORA BORA

A medida que nos acercábamos la forma del volcán se hacía más nítida,  al igual que las islas que lo rodean; sorprendidos vimos que eran muchas y algunas de gran  tamaño. Según lo que pudimos leer a bordo, se trata de una típica isla  volcánica en un estado  avanzado de desintegración. Se la utiliza como  ejemplo para mostrar la formación de los atolones a través del transcurso del tiempo (alrededor de 6 millones de años). Ni bien traspasamos el ‘Passe Teavanui’, con viento de proa de unos 25 nudos, terminamos de enrollar el genoa que ya a esta altura la teníamos con  muy poco paño. La laguna no presentaba olas ni ondas y navegar con buen  viento y mar chato es una verdadera delicia. Lo único que molestaba  bastante era el remolque del chinchorro. Además de quitarnos velocidad, durante todo el trayecto estuvo a violentos tirones. Desde  el paso de la isla Taha-a hasta el  de Bora Bora, recorrimos 21 millas en unas 3 hs de navegación.

Durante un poco más de 3,5 millas tuvimos a la barrera de coral a unos 20 m a barlovento. El ecosonda nos marcaba más de 100 m de profundidad y si bien no recomiendan navegar muy cerca de los arrecifes la experiencia valió la pena. Sentir como subía y bajaba el barco sobre olas que en unos pocos metros más se desplomaban contra el coral en una blanca rompiente, era fascinante; tal cual nos lo había comentado Bob. En la costa que nosotros navegamos estamos  acostumbrados a que exista toda una zona de baja profundidad con varias rompientes. En cambio en estas islas se pasa de los 200 m a nada en pocos  metros y en mar abierto. Desde la  boca del canal para entrar a la laguna de Bora  Bora pasamos de los 500 m de profundidad a los 60 m y enseguida a los 30 m (profundidad en el centro del canal)  en menos de 400 m de distancia. Con vientos fuertes del Oeste debe ser un excelente lugar para hacer surf.

Al poner proa hacia Vaitape, la ciudad principal, vimos un extraño buque de unos 90 m de eslora y 4 palos que, ante nuestra sorpresa, desenrollo las velas y se puso a navegar en redondo. Las velas se cazaban y filaban automáticamente, cambiaban de amura o se enrollaban sin que nadie tocase un cabo. Realizaron un divertido show mientras los pasajeros lo abordaban con botes de goma. Se trataba del famoso Windsong, el más lujoso de los cruceros de la zona.

Pasamos por Bloody Mary y por Bambu Hut pero preferimos fondear    cerca del muelle del Bora Bora Hotel. Largamos el fondeo liviano con su cadena  a 27 m de profundidad, aunque soltamos todo el cabo este se estiro y quedo tenso como la cuerda de un violín; cuando lo sentíamos vibrar nos avisaba que garreábamos. El viento era realmente muy fuerte del este sud-este y si bien teníamos el reparo de la costa, el barco    navegaba su propio fondeo. Por popa había bancos de coral así es que decidí levantar el fondeo y probar de nuevo.  Luego de repetir dos veces la operación me decidí a largar los dos fondeos con sus respectivas cadenas y casi todo el cabo. Esa fue la solución. Gracias al cabrestante eléctrico la tarea fue liviana; sin esta gran ayuda hubiese sido un trabajo extenuante levantar fondeos de 24 libras, 20 m de cadena y más de 60 m de cabo todo a 27 m de profundidad, dos veces y sin ayuda. Sin proponérmelo, inmediatamente lo  comparo mentalmente con nuestro Mar Dulce.

Su profundidad y fondo nos tiene mal acostumbrados. A lo sumo tiramos  un fondeo liviano con un poco de cabo; algunos largan algo de cadena, total con los 4 o 5 m de  profundidad que con suerte puede haber da lo mismo cualquier cosa.

Como cuando se fondea en aguas  transparentes es aconsejable echarle un vistazo a todo lo que uno deja caer por la borda, con intenciones de no moverse más , espere un recalmón del viento y con snorkel y patas de ranas me  zambullí para  tratar de localizar las anclas. Ayudándome con  el cabo de la segunda línea, baje rápidamente solo para subir en pocos segundos y saltar a bordo con la mayor rapidez posible. A mitad  camino me encontré con una barracuda que con cara disgustada estaba examinando el cabo. Sin poder precisar exactamente su tamaño   era, por lo menos, igual que yo  y    sus dientes parecían cuchillas de carnicero.

Al decidir dejar el fondeo sin recorrer me puse a mirar el barco que estaba fondeado a unos 500 m. del nuestro. De hermosas líneas, daba la  sensación de un buen velero oceánico. Al mirar la bandera tuve una sospecha que con ayuda de los binoculares confirme. Un gran pabellón argentino flameaba en la popa y cuando borneo un poco puede leer un nombre que me dejo helado: ‘Kwanza’. Cuantas veces habremos soñado despiertos cuando con el Ing. Raul  Fernandez estuvimos inspeccionándolo y comentábamos: » Es para comprarlo y salir a dar  la vuelta al mundo». Evidentemente los nuevos propietarios, españoles, ya lo están haciendo.

 En tierra

En el muelle nos dieron la bienvenida, invitándonos a quedarnos el   tiempo que deseáramos. Nos avisaron sobre los horarios de restaurante y  los distintos bares asi como las actividades que se pueden realizar en el hotel. En todas partes sucedió lo mismo, arribar en un velero era hacerlo por la puerta grande. A todos los yachtmen se le da un excelente  trato, sin importar la nacionalidad. El motivo puede ser que todavía son pocos los gitanos del mar que arribaron por esas costas y no han procedido a hacer desmanes o aprovecharse    de la hospitalidad. Para esa noche había programada una ‘B B Q’ en la playa, que como punto culminante tenía un show con bailarinas y músicos que arribaban en canoas, todo iluminado con luces de antorchas (46 Dl. por persona).

Otra opción  muy interesante es  ir al famoso    Bloody-Mary. Tanto para tomar algo como a cenar. La ventaja de los restaurantes de la zona es que  si uno les hace una reserva lo pasan a buscar. Después de cenar lo llevan nuevamente  hasta el hotel o, como en nuestro caso, al barco. Las reservas  se pueden hacer tanto telefónicamente como por VHF. Cuando uno alquila el barco le dan una serie de frecuencias pero lo común es que todos estén en escucha  en canal 68.

Yacht Club Bora Bora.

El Yacht Club Bora Bora tiene varias boyas como para quedarse al borneo y en una de ellas tienen una manguera para hacer agua. Segun lo que uno vaya  gastando en el bar o en el restaurante , el agua potable puede llegar a ser gratis, salvo si uno necesita cargar mucho. Sucede que en esta isla el  agua dulce   no es tan abundante como en las otras. Se obliga a los hoteles a construir plantas desalinizadoras de agua de mar para su propio abastecimiento.

Con 38 km cuadrados de superficie y 9 km de largo es una de las islas, del grupo de las de Sotavento, más famosas de la Polinesia. En ella  y durante la segunda guerra mundial, EE UU inauguro el primer aeropuerto que tuvo el Pacifico Sur y fue asiento de una importante base naval. Para recorrerla lo ideal es alquilar una motoneta (40dl medio día) y admirar un paisaje paradisiaco mezclado con cañones abandonados y otros recuerdos de guerra.

Si bien hay muchos atractivos en tierra lo ideal es ir buscando con el velero nuevos lugares para fondear y poder bucear. Una excelente opción es hacerlo con el ‘dinghy’. Recorrimos prácticamente toda la parte sur y cada isla (o ‘motu’  como le llaman ellos) tiene su particularidad. La ventaja de realizar las exploraciones con el chinchorro es que uno tiene acceso a lugares difíciles de llegar sin ser un experto del lugar. Puedo garantizar que los golpes contra los corales fueron muchísimos. Por suerte no nos dieron un bote  de goma, sino un robusto chinchorro de plástico.

El bote traía su fondeo, también con cadena, boza con dos puntos de amarre, motor fuera de borda de 5 caballos, remos, bidón con la mezcla ya hecha y achicador. Todo se completaba con aceite extra   para el caso de necesitar más  combustible y un kit con juego de herramientas y repuestos varios para el motor. Absolutamente todo lo que uno puede necesitar estaba en el sitio que le correspondía. Desde linternas con pilas de repuesto, pínula, binoculares, cartas, libros de la zona a visitar, elementos de dibujo e incluso naipes.

Por supuesto que no faltaban los elementos de limpieza, tanto para la tripulación como para el barco. Dos juegos de sabanas y toallas de variados tamaños venían en grandes bolsas plásticas. Por supuesto que la infaltable  barbacoa venia acompañada de bolsas de carbón, tabletas enciende carbón y una bolsa de cajas de fósforos.

Los tres tanques de agua potable, con más de 200 galones de capacidad alimentaban un simple sistema presurizado que incluían tres duchas: una en   cada baño y la tercera en popa para cuando uno sale del agua de mar. Un Perkins de 60 caballos y Gas Oil para 35 h de navegación, aseguraban maniobras seguras entre corales aunque la tripulación fuese algo reducida y el viento no  ayudara.

El velamen a utilizar era algo reducido: mayor con dos rizos y un genoa 3 de enrollar. Molinetes Newmar con self-tailing , cabrestante eléctrico para los fondeos. Dos anclas, una de 24 libras y otra de 35 , 20 metros de     cadena y 60 m de cabo por fondeo, un chinchorro con un fuera de borda de 5  caballos y el instrumental consistía en ecosonda y corredera.

Herramientas y repuestos para el motor, además de los elementos de seguridad , traje de agua , extinguidores, filtros y distintos tipos de lubricantes.

Era sorprendente ver los detalles de marinería.  Desde una cabullería  perfectamente elegida a ingeridos y pequeños trabajos con cabos como ser los antideslizantes de la escala, las defensas del bote y del barco o las gazas de los cabos de amarre. Todo perfectamente pensado y realizado.

Raiatea — Taha-a.

Como navegando los dias pasan mucho  más rápido de lo que uno quiere, llego el momento de largar amarras de Bora Bora y zarpar rumbo a Raiatea con intenciones de seguir, al día siguiente, hacia Huahine. Esta última tiene la particularidad  de  ser un volcán partido al medio por un brazo de mar; en la práctica son dos islas compartiendo la misma laguna. Aunque está a solo 30 millas de Raiatea y a unas 58 millas de Bora Bora, no está permitido hacer el trayecto de un solo tirón. Según la empresa MOORINGS no alcanzan las   horas  de luz para arribar al paso con tiempo suficiente para pasarlo.

Esto lo pudimos comprobar perfectamente porque aunque salimos a las 8 del Yacht Club Bora Bora, recién a las 15,30 estábamos cruzando los arrecifes de la isla Taha-a. El pronóstico estuvo acertado nuevamente y con vientos de 25 a 30 nudos del este- sudeste, marejada del N-NW, mar agitado  que salpicaba bastante. Con el genoa 3 enrollado como un foque tomamos la primer mano de rizos al salir  y en el medio del cruce pasamos a  la segunda cuando la escora pasó los 30 grados. Nuevamente Cecilia se encargó de timonear y yo realice las funciones de marinero.

Cada vez valorábamos mas la toldilla-chubasquera que permanentemente llevábamos colocada. Además de protegernos del sol , cosa ya de por si más que importante, nos daba una buena protección de los constantes rociones  y de la torrencial lluvia  durante los chubascos. Sinceramente no es muy agradable a la vista, pero es tan hermoso poder timonear a la sombra.

Faltando poco menos de cuatro millas para llegar a la boca del canal, prendimos la máquina.  Queríamos hacer una navegación tranquila contorneando la  barrera de coral. La rompiente, por efecto del viento encontrado a la marejada, era espectacular. El sonido se parecía al de una usina y tirando un borde para aproximarnos más a los arrecifes, sonó  una fuerte chicharra y el motor se plantó. Me dio la sensación como si se hubiese clavado por un

recalentamiento. Sin sensor de temperatura, destape el motor, retire  la escalera y comenzamos  con las revisaciones normales para el caso: aceite y agua. La escora y la marejada no ayudaban  mucho y mientras agregábamos un poco de aceite, tuvimos que tirar otro borde hacia el sur y  aproveche la oportunidad para hacer una marcación a la iglesia de ‘Village Tiva’ (por lo menos es lo que supuse) para llegar a la conclusión que en media hora más debíamos estar cruzando los arrecifes. Siguiendo las indicaciones recibidas me limite a avisar por radio que, dada la falla de motor, estaba por transponer  la barrera empleando solo las velas.  Fue divertido atender el velamen , realizar marcaciones , no perder de vista a  los temidos corales y tratar de encontrar la falla del  motor mientras por radio me hablaban en una mezcla de francés-tahitiano-ingles. La ultima instrucción fue : «No ingresar a la laguna y esperar al Chase-Boat». Aunque insistí y luego trate de resistirme a ser remolcado, me explicaron que con mar gruesa no es seguro entrar solamente con vela. Lo cierto es que se podía entrar sin mayores dificultades, pero también es cierto que el barco en más de una ola salió haciendo surf tirando a cruzarse y la sensación no era de lo más agradable.

Una vez adentro nos abarloamos al crucero, y el mecánico encontró que el recalentamiento se produjo por falta de ingreso de agua de mar. De paso reviso el cabrestante eléctrico, nos había traído  problemas desde el primer día, y me pidió que me dirija a la base donde subsanarían todos los desperfectos .El se tenía que ir hasta Bora Bora a llevar un arranque a otro  velero. A los 15 minutos apareció, en  un gomone, Cristophe ; había sido enviado de la marina para darnos una mano con las maniobras. Yo ya estaba un poco harto con tanta intromisión de gente en el barco y luego de explicarle que el motor andaba nuevamente sin problemas y que iba a tratar de fondear lo menos posible, le pedí que avisara a la base que nos quedábamos en marina ITI, en la isla Taha-a, y que no tenía intenciones de volver a la base hasta el final del ‘charter’. Así es  que se fue como vino y nosotros tomamos una boya en la marina. Reservamos una mesa en el restaurante y después de una agradable ducha, cenamos con buen vino francés a la luz de una vela mientras los últimos rayos de sol desaparecían tras el horizonte.

En la barra del bar, un banderín del Club Veleros Barlovento marcaba el paso de otros argentinos: la familia Kessler y para mayor coincidencia   les toco el mismo velero que a nosotros, el ‘Scan’. Según leímos en  el libro de bitácora la tripulación estaba compuesta por Mario Kessler, Ana, Marina y Martin. Por lo que veo fue en una época más seca ( 17-07-91) y con vientos  flojos. A nosotros nos tocó exactamente al revés.

Taha-a.

Recorrer la isla de Raiatea y de Taha-a lleva unos cuantos días. Después de haber estado en Tahiti, Morea y Bora Bora queríamos disfrutar de  algo diferente. Si bien Taha-a queda  fuera de los circuitos turísticos eso no quiere decir que no sea hermosa, tal vez la más linda de todas las islas en las que hayamos estado. Es prácticamente un gran parque natural y se intenta        preservarlo como tal. Tiene solamente unos 4000 habitantes que viven de la pesca y una rudimentaria agricultura. Son de las pocas islas que se pueden contornear navegando y en ella solo encontramos paisajes de ensueño y paz. Sus aguas son excelentes para bucear y la pesca brinda cantidad de grandes peces comestibles. Describir cada una de sus bahías o lugares para bucear seria escribir páginas enteras que perderían totalmente el sentido, porque si existe algo hermoso en Taha-a  e incluso en Raiatea, es que uno se convierte un poco en explorador, y cada bahía nos va deslumbrando con sus particularidades.

En Taha-a  no existan hoteles, ni boites ni nada.  Solo un par  de residenciales con sus respectivos bar-restaurantes y sus boyas y muelles; ellos son : Hibiscus y Marina I T I . Aunque en un Motu (isla Tuvahine ) ,sobre la barrera de coral, hay un restaurante atendido  por sus dueños :  Francoise y Diego Paterlini . En todos estos lugares es indispensable hacer reserva de mesa; no tanto por un problema de cantidad de gente sino para que preparen comida en cantidad suficiente.

Un lugar al que no se debe dejar de ir es la Baie Haamene. Se trata de una profunda bahía que se asemeja a los más clásicos fiordos nórdicos. Continuando su desembocadura está el Passe Toahotu que, además de bien señalizado, tiene una isla a cada lado del canal. La isla del norte ( Isl. Mahaea )   es  excelente para desembarcar y pasar el día en playas de fina arena blanca. Por otra parte se puede fondear a 3 o 4 m de profundidad, sorteando los corales, siendo una zona perfecta para hacer snorkel. Pero tal vez su mayor fama la tiene gracias a Hibiscus. Se trata de un restaurante-bar   con muelle y boyas que solo podría   existir en la ‘isla de la fantasía’. Cenar y pasar la noche (en especial la del sábado) requeriría un capítulo aparte.

El propietario, Leo, es un francés muy especial que decidió asentarse en dicho paraíso y modificarlo para alcanzar la perfección. En realidad no se   si se trataba de un ‘boliche náutico’ o una especie de Arca de Noe. Mientras tomábamos unas cervezas y hojeábamos  un álbum con firmas, fotos , poemas y recuerdos varios de los que pasaron por el antro  (incluidos dibujos de la flia. Kessler), un chico de unos 4 años, uno de los hijos de Leo,   se subía a mi cabeza   con una lagartija en la mano. En una mesa  cercana dos franceses discutían sobre la forma de pescar peces voladores (?). A todo esto un travesti ( un tahitiano  grandote con varias margaritas en su larga cabellera) que atendía a los parroquianos, vocifereaba contra la cocinera , al mismo tiempo que ponía la mesa. La barra, enmarcada por una gran bandera francesa y escoltada por la de Estados Unidos y la de Gran Bretaña, tenía cuanto souvenir náutico se pueda encontrar. En las restantes paredes, mandíbulas de tiburón, piezas arqueológicas, libros, fotos y rarezas surtidas se mezclaban entre si con una gran dosis de tierra e incoherencia.

Con un ‘bon Soire’ una mujer se sentó  al lado nuestro y se puso a darle el pecho al bebe que llevaba en brazos. Leo me pidió disculpas por el merengue que armo su hijo y me explica que solo quiere jugar con migo. Por otra parte  pregunto en que amarra estábamos para alcanzarnos, a la mañana siguiente, pan y pescado fresco. Además del ambiente náutico, la informalidad y la buena onda reinan a la batuta de Leo.

 Los  ‘Maraes’.

La isla de Raiatea es considerada el antiguo centro religioso de la Polinesia Francesa. Fue el punto de partida de muchas migraciones que llevaron a poblar lejanos lugares como Nueva Zelandia y Hawaii. La Baie Hotopuu es desde donde partieron miles de canoas oceánicas y es tenida como la morada de sus  dioses. Actualmente recibe la visita de sacerdotes y jefes que con sus canoas traen ofrendas desde lejanas islas. Así mismo cada vez que un jefe asume el mando de su isla o tribu se acerca hasta el marae de Puutarape.

El lugar  es una punta de tierra que da frente al ‘Passe Tea Vamoa’ y en el encontramos varios ‘maraes’. Se trata de un area rectangular donde en uno de los extremos está el altar (ahu), en este caso el del dios Oro. También, a pocos metros, está  el  altar del Dios de la pesca y el de los Hombres de mar   (con forma de canoa). Una   piedra de coronación, y otra para sacrificios  completan un poco el conjunto. Pero maraes hay de distintos tipos, este sería un marae público. Existen los particulares, lugar donde cada familia entierra a sus muertos, que por otra parte delimitan la posesión de tierra de cada uno (casi no hay alambradas). Están los corporativos, donde se reúnen todos los de una misma profesión, como por ejemplo los pescadores.

La religión es un poco extraña para nosotros, y se sabe bastante poco porque a  la llegada del europeo (hace 2 siglos)   no tenían escritura. Así es como los religiosos les dieron una escritura de 13 letras, las 5 vocales y 8 consonantes ( f,h,m,n,p,r,t,v ) , y una religión nueva a la que fueron adaptándose lentamente. Ciertos ritos se mantienen, como por ejemplo  el entierro en el jardín de las casas, aunque existen cementerios públicos; la importancia de  tener hijos, sin importar mucho quien es el padre; la educación de los niños: el primogénito debe ser un varón y se lo educa como tal, el segundo debe ser mujer y se lo educa como tal, sin que a veces lo sea (de esta forma explican un poco la gran  cantidad de invertidos que hay).

De bahía en bahía.

Para nosotros la isla de Raiatea se convirtió en un sin número de bahías, una más hermosa que la otra. Todas con características diferentes con la posibilidad de realizar actividades o excursiones de la más diversa  índole (desde cabalgatas a remontar vuelo con un paracaídas y como guías a los más extraños personajes escapados de la legión  extranjera o de alguna novela).

Al mejor estilo polinésico, cada día que pasaba nos íbamos  acostumbrando más a la zona y navegábamos menos. Si bien continuábamos con el afán turístico-náutico de conocer otros lugares, comprendimos que había que cambiar de ritmo.

Desayunábamos  muy temprano, para navegar por un par de horas. Luego fondeábamos y nos dedicábamos a bucear; a veces alternábamos esto con alguna excursión en tierra, como escalar algún volcán o meternos en la selva (como no hay robos nos íbamos muy tranquilamente sin preocuparnos ni de cerrar el barco).Y si bien nada nos distraía de nuestra misión cada día el ritmo era más pausado.

Lentamente fuimos metiéndonos en su mundo o, mejor dicho, a lo que  alguien denomino  ‘paraíso’. El clima, la música, los movimientos, el paisaje, el horizonte marino, la falta de necesidad de vestirse salvo con un short, la alimentación sencilla, el sentido práctico, el avance lento de los adelantos de la civilización (son reacios hasta para el uso de refrigeradores).